Todas las lenguas responden un principio universal: la economía del lenguaje. Se trata de expresar el mayor contenido significativo con el menor esfuerzo posible. De aquí resulta que cada elemento de la lengua, por insignificante que nos parezca, tiene importancia para lo que queremos decir. Son muchos los ejemplos: las tildes, los signos de puntuación, el uso del género o del número. Las preposiciones, un grupo pequeño y cerrado, abundan en pequeños grandes matices. Veamos, si no, este ejemplo.
En las construcciones con el verbo deber encontramos dos posibilidades. Podemos expresar una obligación: "Debe firmar el contrato para que tenga validez"; la construcción correcta será entonces verbo deber + verbo en infinitivo. Pero también podemos expresar una probabilidad o una duda: "Debe de tener algún problema"; en este caso se recomienda el uso de la preposición de entre deber y el infinitivo. Una pequeña palabra gramatical, con tan solo dos letras, que aporta mucho significado. Cuántas veces la encontramos usada incorrectamente hasta llegar a perder su poder de expresión y cuántas veces las repetimos así.
Muy pocas cosas hay en la lengua que estén ahí y no tengan su razón de ser. La mayoría nos pasan desapercibidas; otras muchas las aprendemos mal. Como en tantas otras facetas de la vida, debemos ejercitar nuestra capacidad de análisis y nuestro sentido crítico. El español que hemos heredado nos lo agradecería. Lo contrario sería renunciar a nosotros mismos.