miércoles, 27 de marzo de 2013

Sinónimos con cocorícamo


Los sinónimos resultan muy útiles y nos ayudan a evitar repeticiones enojosas. Utilizados con propiedad no solo demuestran que disponemos de un vocabulario amplio sino también que sabemos aplicar la palabra adecuada a cada realidad. Pero los sinónimos tienen también una dificultad de la que debemos ser conscientes. El parecido en el significado no siempre se corresponde con un parecido en la forma en que deben utilizarse en la frase.
              Es lo que sucede con este trío de uso muy frecuente: empezar, comenzar e iniciar.  Los tres verbos comparten el significado ‘dar principio a algo’. Son intercambiables en frases como: empecé mis labores / comencé mis labores / inicié mis labores. En estas frases los usamos como transitivos, es decir, los construimos con un complemento directo que expresa la cosa a la que hemos dado inicio (en el ejemplo anterior, mis labores).
              Hasta aquí las similitudes entre los tres. Más allá de este significado empiezan / comienzan las diferencias (pero no *inician las diferencias). Solo empezar y comenzar son intransitivos no pronominales; es decir, solo estos dos verbos pueden usarse para expresar que una cosa ‘tiene principio’: la obra empezó tarde / la obra comenzó tarde (pero no *la obra inició tarde). Este uso gramatical incorrecto del verbo iniciar  se está propagando incluso en los textos más cuidados y en la expresión de los hablantes de mayor nivel cultural. Para expresar este mismo significado con el verbo iniciar debemos elegir la forma intransitiva pronominal: la obra se inició tarde. 
              A veces los sinónimos lo son solo de forma parcial y no siempre son intercambiables. Dicho en dominicano, tienen su cocorícamo. Conocer estos detalles nos ayuda a conocer mejor nuestra lengua y a expresarnos en ella con precisión. Créanme, merece la pena.

martes, 19 de marzo de 2013

Pieza a pieza


La concordancia es una suerte de engarce que mantiene la cohesión entre las palabras y resulta imprescindible para que, juntas, expresen un sentido completo. Las reglas gramaticales exigen, por ejemplo, que el sujeto y el verbo de una oración concuerden en número y persona. Un sujeto en singular exige un verbo en singular; un sujeto en primera persona (yo) necesita un verbo conjugado en primera persona.  

Los hablantes realizamos esta concordancia casi inconscientemente pero, a veces, cometemos errores como este que observé en un anuncio publicitario: Ninguno de los productos de alimentación subirán de precio. Se usa el verbo en plural (subirán) a pesar de que el sujeto (ninguno) está en singular. Otro caso hubiera sido si la frase se hubiera redactado así: los productos de alimentación no subirán de precio. En este ejemplo es correcta la concordancia en plural entre sujeto (los productos de alimentación) y verbo (subirán).

Si el sujeto es un nombre colectivo, la concordancia debe hacerse siempre en singular, número gramatical de este tipo de sustantivos. Un ejemplo nos ayudará a recordarlo. Pareja, mayoría, grupo, gente son sustantivos colectivos. Su número gramatical es el singular aunque expresen cantidades mayores que la unidad. Si alguno de estos nombres funciona como sujeto, tiene que concordar en singular con el verbo: la mayoría exige mejoras en la educación; la gente está decidida a reclamarlas.  
 
            Un mecanismo sutil y sencillo consigue, con pocos recursos, que las distintas partes de la frase enlacen unas con otras y nos permite expresarnos pieza a pieza. Ya lo que queramos decir, o no, será cosa nuestra.    

 

jueves, 14 de marzo de 2013

Un pequeño atolladero

    Las dudas ortográficas surgen a veces con las palabras que usamos cotidianamente. Son términos coloquiales que pueblan nuestras conversaciones pero que usamos poco en la escritura. Si además se trata de voces dialectales, que han adquirido significados que no se registran en los diccionarios de consulta más habitual, se nos dificulta confirmar con fiabilidad su escritura correcta.

    En esta situación se encontró una seguidora que decidió tuitear su consulta. La palabra en cuestión era tollo. Ni que decir tiene que en nuestro día a día la usamos en infinitas ocasiones. Nuestra lectora dudaba entre elle o ye. Esta palabra está registrada en el Diccionario académico, que le atribuye un posible origen celta, pero entre sus acepciones no figuran las que a nosotros nos resultan tan usuales. Entre los dominicanos esta palabra ha desarrollado varias acepciones que pueden considerarse dominicanismos semánticos: 'suciedad, desorden', 'trabajo hecho sin cuidado' o 'lío, enredo'.

    Este proceso de enriquecimiento es muy habitual. Una palabra patrimonial de origen ancestral va acumulando nuevos significados y también derivando en nuevas palabras. Seguro que conocen el clásico atolladero, ('lodazal' o 'estorbo u obstáculo que impide la continuación de un proyecto'). Este sustantivo procede del verbo atollar, derivado a su vez de tollo, con el significado de 'atascarse, quedarse retenido por algún obstáculo'. La familia léxica de tollo no se queda aquí. Existe también tolloso, un dominicanismo más.

    De la consulta de nuestra lectora podemos sacar muchas enseñanzas. Interesarse por la ortografía de una palabra nos ayuda a aprender la de todas las palabras de su familia e incluso a conocer muchas otras relacionadas con ella. Aprenderemos ortografía y ampliaremos nuestro vocabulario. Nos confirma que un hablante de mayor cultura, como nuestra lectora, necesitará usar más diccionarios. Habrán notado, además, que la palabra tollo ha resultado ser muy productiva. ¿Será porque cada día encontramos más oportunidades para usarla?

sábado, 9 de marzo de 2013

Hechos históricos

Ciertos acontecimientos históricos nos obligan a plantearnos el uso correcto de las palabras; con más razón si el hecho no es muy habitual o, incluso, excepcional. Hace unas semanas la reina Beatriz de Holanda anunció su deseo de dejar el trono en manos de su hijo. Poco después nos despertamos con la noticia de que el papa Benedicto XVI había decidido no continuar ejerciendo como tal.

Si queremos expresar que la reina de Holanda renunció a su soberanía, diremos que abdicó la Corona o que abdicó de la Corona. Si deseamos añadir que la cedió a su heredero, lo expresaremos así: Beatriz de Holanda abdicó en favor de su hijo. Si de abdicar de un reinado se trata, solo los monarcas pueden hacerlo; pero el verbo abdicar puede usarse también para expresar la acción de renunciar a un derecho o a una ventaja: El Congreso abdica de su función de representación de los ciudadanos.

La decisión papal es una renuncia al pontificado, según lo establecido en el Derecho Canónico. Se trata de una dejación voluntaria de algo que se tiene. Por extraño que haya sido el hecho históricamente, los papas no dimiten, renuncian. Entre los que dimiten (o podrían hacerlo, aunque es algo casi tan extraordinario como la renuncia papal) están los políticos.

¿Se han planteado que en poco menos de un mes tendremos a un papa y a un expapa en el Vaticano? Sí, un expapa, así en una sola palabra, rara pero correcta. Situaciones extraordinarias históricamente que nos va a tocar presenciar y de las que seguiremos aprendiendo.