lunes, 27 de junio de 2011

En la punta de la lengua

    Casi siempre que nos referimos a un diccionario hablamos de él como si fuera el único. El prestigio que entre los hispanohablantes tiene el DRAE, siglas por las que conocemos al Diccionario de la lengua española de la Real Academia, hace que para nosotros sea "el diccionario". Echamos mano de él, por ejemplo, si desconocemos el significado o la ortografía de una palabra, pero ¿se han parado a pensar cómo haríamos si supiéramos el significado pero no conociéramos la palabra adecuada para expresarlo? Para ayudarnos a conseguirlo existe un tipo de diccionario al que llamamos ideológico. Julio Casares, autor del más importante escrito para el español, lo expresó así: de la idea a la palabra. Esta posibilidad siempre ha sido el sueño de los creadores de diccionarios, muy difícil de alcanzar en los formatos tradicionales, pero que las nuevas tecnologías nos acercan cada día más. Consulten, si no, el Dirae (www.dirae.es), un diccionario inverso en formato digital basado en el contenido del DRAE. Imaginen que desean conocer qué palabras se refieren en el DRAE a las personas desvergonzadas. Encontrarán entre los resultados desuellacaras, atorrantes, corraleros, truhanes y baladrones. ¿Quién nos lo iba a decir? Esta nueva herramienta, muy útil para los que escriben, nos ayudará a encontrar esas palabras que a veces se nos esconden en la punta de la lengua.


 

lunes, 20 de junio de 2011

El buen español

    Siempre que queremos mejorar nuestra escritura notamos que una de nuestras carencias es la escasez de vocabulario. Es verdad que los miles y miles de palabras y expresiones que la lengua pone a nuestra disposición pueden llegar a impresionar. Podemos empezar por establecer nuestras prioridades: ampliar y mejorar el léxico que trata los temas que más necesitamos o que más nos interesan. Cuando manejamos un vocabulario amplio y apropiado somos capaces de expresarnos más acertadamente y, generalmente, con mayor brevedad. Si notamos que nuestros textos son vagos e imprecisos, es el momento para recurrir a los diccionarios. Graciela Reyes, lingüista y docente, a la que siempre es un placer leer, dice que "no se puede escribir bien si no se escribe en buen español". Ella, haciendo gala del buen español al que todos aspiramos, propone su magistral definición de lo que es el buen español: "un español rico, flexible, matizado, usado con soltura y aplomo para expresar lo más fielmente posible nuestro pensamiento, para referirnos con exactitud al mundo y para establecer, consolidar y mejorar las relaciones con nuestros semejantes". Con maestría condensa el fundamento de lo que significa una expresión correcta. El dominio de las palabras para que resulten fieles a nuestro pensamiento se adquiere con la práctica, que no es otra que la mucha lectura y la mucha escritura y el mimo y el cuidado que ponemos en lo que leemos y escribimos. Las prisas, en esto como en casi todas las cosas importantes de la vida, no son buenas consejeras.

martes, 14 de junio de 2011

Una sobreviviente

    A veces tengo la suerte de recibir consultas que me acercan a la interesante vida de las palabras. La profesión periodística, por su inmediatez, se enfrenta a diario con el manejo de su principal herramienta de trabajo: la palabra. Las dudas sobre la propiedad de un término son muy habituales, y eso le ha ocurrido a nuestra lectora con la elección entre emprendedurismo y emprendimiento. Ambas se usan para nombrar la acción o el efecto de acometer una obra o para denominar la cualidad de emprendedor que tiene una persona. Desde luego que emprendedurismo no está incluida en el Diccionario de la Real Academia y emprendimiento aparecerá por primera vez en su próxima edición. Eso no quiere decir que sea una palabra nueva. La primera documentación que he encontrado en español data de una carta escrita por Juan II nada menos que en 1312. Desde esa lejana fecha el español parecía, solo parecía, haberla olvidado en los textos escritos hasta que reaparece en la zona del Río de la Plata a partir de los años setenta del siglo XX, sobre todo en prensa escrita. También de las publicaciones periodísticas de la misma zona proceden los ejemplos para emprendedurismo, pero a partir de 2001, y de uso muchísimo menos frecuente. Si me piden que tome partido, cosa que a los lingüistas no nos gusta demasiado, desde luego me inclino por emprendimiento, con más solera y mucho más bonita, aunque esta última razón sea poco científica.


 


 

domingo, 5 de junio de 2011

Y volvemos al género

    Siempre que tratamos acerca del género gramatical planea sobre nosotros el asunto del sexismo en el lenguaje y el desconocimiento de muchos del funcionamiento de la lengua. Existe en español un grupo de sustantivos de los que decimos que son comunes en cuanto al género. Se refieren a seres animados pero tienen una sola forma que sirve tanto para el masculino como para el femenino. Cada vez que los usamos el género del sustantivo, que se corresponde con el sexo de la persona o del animal al que nos estamos refiriendo, nos lo señala el artículo o el adjetivo que lo acompañan. Entre estos sustantivos están algunos como tenista, pediatra, pinche o los que terminan en –ante o –ente, como presidente, comediante o cantante. Podemos decir el tenista o la tenista, el pediatra o la pediatra. Todavía no he oído a nadie reclamar por el sexismo de estos sustantivos o decir "reivindicativamente" *el pediatro, *el tenisto o *la cantanta. Los sustantivos terminados en –ante o –ente funcionan de forma paralela a los adjetivos con esta misma terminación, como caliente, constante o inteligente, que tienen una forma única para masculino y femenino. No obstante, el uso, que siempre manda en la lengua, ha extendido algunos de estos sustantivos con el femenino en –a: clienta y presidenta quizás son los más extendidos. Pero no nos equivoquemos: los ha generalizado el uso de los hablantes a través del tiempo, no criterios impuestos por una supuesta corrección política. La lengua española es una realidad centenaria y cultural que está por encima de todo eso.