lunes, 25 de julio de 2011

Todas iguales

Me he encontrado con frecuencia a quien recurre al uso de las mayúsculas en un texto para tratar de eludir la obligación de la acentuación gráfica. Demuestra con esto que no domina el uso de la tilde, tan importante en español, y, además, que desconoce que a las palabras escritas en mayúsculas se les aplican las mismas reglas en cuanto a la tilde y a la diéresis que a las escritas en minúsculas. Así, si alguien se llama Álvaro, debe usar la tilde en la a mayúscula por tratarse de una palabra esdrújula con acento en la antepenúltima sílaba. Si anunciamos una EXHIBICIÓN DE ANTIGÜEDADES no podemos olvidar la tilde de la palabra aguda ni la diéresis que nos recuerda que la u también se pronuncia. Si se fijan en muchos de nuestros anuncios publicitarios observarán que los rótulos en mayúsculas carecen generalmente de tilde. Es la consecuencia de esa especie de mito que ha corrido como la pólvora entre nosotros acerca de la falta de acentuación de las mayúsculas.

Solo existe un caso en que las mayúsculas no llevan nunca tilde. Se trata de las siglas escritas enteramente en este tipo de letras: FMI, siglas de Fondo monetario internacional, no se acentúa nunca (no olviden que solo estamos hablando de ortografía). La falta de acentuación gráfica se limita a estos casos. Si las siglas han pasado a considerarse palabras del vocabulario general, como oenegé o módem, vuelven al redil y se someten a la misma regla que todas las demás. Faltaría más.

Camino real

Mientras escuchaba la radio hace unos días oí un anuncio publicitario de un hotel en el que se promocionaba que el establecimiento disponía de "cienta treinta habitaciones". Es un error habitual entre nosotros que podemos aprender a corregir con facilidad. Ciento es un numeral cardinal que usamos como adjetivo y encontramos apocopado en la forma cien cuando antecede a un sustantivo: cien habitaciones. Si formamos un numeral compuesto, ciento se cambia por cien cuando aparece ante mil: esa región dispone de cien mil plazas hoteleras. Seguido de los demás numerales mantiene su forma completa e inalterada: ciento cincuenta, ciento veinte mil.

Tampoco cambia con el género del sustantivo al que modifica. Así hablamos de ciento treinta camiones y de ciento treinta camionetas sin que el numeral ciento se modifique. El hotel anunciado tiene, por tanto, ciento treinta habitaciones. Lo que sí cambia es el segundo numeral en el caso de que disponga de variación de género; es lo que sucede con ciento treinta y un aviones y ciento treinta y una avionetas. La frecuencia de nuestra confusión parece deberse a una búsqueda de la regularidad con numerales como doscientos, trescientos, etc., que sí presentan variación de género: doscientas velas y trescientos velones.

Aunque las lenguas están hechas de regularidades tienen muy a menudo también elementos que, histórica o lingüísticamente, se salen del camino real. Aprendamos a respetarlos como son, que tienen muchos siglos de vida y muchos más que les queda por vivir todavía.

viernes, 15 de julio de 2011

Tildes que pican y hacen roncha

    Cuando nos enfrentamos a nuevas realidades debemos aprender a adaptar a ellas nuestro vocabulario. Entre los signos ortográficos auxiliares del español se encuentra el guion, una pequeña línea horizontal situada a media altura sobre la línea de la escritura. Pero seguro que muchos se han parado a pensar alguna vez cómo se llama ese guion cuando se alarga ligeramente y, en lugar de ir colocado a media altura, se sitúa en la misma línea de escritura. Probablemente pocas veces habíamos tenido la oportunidad de toparnos con este signo hasta que los correos electrónicos se nos hicieron imprescindibles. Y no, no se llama "rayita abajo". Su nombre correcto es guion bajo y tendremos que aprender a llamarlo por su nombre porque, de momento, parece haber venido para quedarse.

    Seguro que ya a muchos les habrá llamado la atención, como sucedía en alguna otra de estas columnas, la falta de tilde en la palabra guion. Otra de las polémicas decisiones de la nueva ortografía que, sin embargo, no tiene más objetivo que mantener la unidad de la representación gráfica del español. Si tenemos en cuenta la ortografía, la combinación de una vocal abierta (a, e, o) con una vocal cerrada (i, u) se considera siempre un diptongo. Si lo pensamos bien, palabras como guion o truhan, que tienen estas combinaciones, son monosílabas y, como monosílabas, no se acentúan. Es por tanto un hecho convencional, que ya la Academia había establecido en su Ortografía de 1999. La diferencia es que ahora deben escribirse obligatoriamente sin tilde. Y, como sabemos, a veces la obligatoriedad pica y hace roncha.

martes, 5 de julio de 2011

Pequeñas pero chismosas

    Las preposiciones nos juegan a veces malas pasadas. Son partículas con significado gramatical que nos sirven para unir palabras y sintagmas. En español son palabras invariables y forman un grupo cerrado que, hace ya algunos años, nuestros profesores, sabiamente, nos hacían aprender de memoria en una especie de trabalenguas cantado: a, ante, bajo, cabe, con, contra... Algunas de ellas han caído en desuso, como la añeja so, que sobrevive en algunas expresiones como so pena de. Otras nos las encontramos hasta en la sopa, y no de letras precisamente. Es lo que le sucede a la preposición a. Últimamente la hemos oído y leído con las compañías más extrañas. Se repite con frecuencia, por ejemplo, el complemento *con motivo a cuando lo correcto sería emplear la preposición de: "actividades con motivo del Día de las Madres". Otro uso incorrecto de esta preposición es su utilización con el participio relacionado, da. Podría tratarse de un influjo del inglés, muy delicado cuando toca incluso el sistema preposicional, muy cerrado por definición. ¿Cuántas veces hemos oído usos como "una decisión relacionada a la enseñanza primaria"? La preposición que rige el participio relacionado, en todas sus formas, es con. Diremos entonces "una decisión relacionada con la enseñanza primaria". Las dificultades con el régimen preposicional son comunes en los hablantes, sobre todo si no son lectores frecuentes. Existen incluso diccionarios ilustres relacionados exclusivamente con los regímenes preposicionales. Prestemos atención a cómo usamos las preposiciones. Son pequeñas pero chismosas.