martes, 30 de septiembre de 2014

Llenando las árganas

               
Una apetecible cerveza con giste.
La fotografía es del excepcional Juan Ramón Peralta
Un método tradicional que sigue dando buenos frutos para ampliar nuestro vocabulario es el de anotar las palabras desconocidas que encontramos mientras leemos para más tarde buscarlas en el diccionario.

              En mi caso esas anotaciones suelen ser nocturnas. El momento no favorece la consulta inmediata así que lo más a mano es el lápiz de carbón (o el lápiz electrónico, si el formato es digital). Estos ratos de lectura producen a veces las listas de palabras más peregrinas. Si no, miren a ver qué les parece este resultado.

              ¿Qué estaría leyendo cuando anoté el sustantivo giste? Un país con buena cerveza y que sabe apreciarla debería conocer esta palabra. A mí personalmente, me gusta tomarla con su giste. Su etimología es, claro está, el alemán Gischt. Giste es el término español para referirnos a la espuma de la cerveza.
              Coloquialmente los llamamos con mucha más gracia animitas o chiribitas pero el término culto es fosfeno, palabra procedente del griego para referirse, como leemos en el DRAE, a la ‘sensación visual producida por la excitación mecánica de la retina o por una presión sobre el globo ocular’.
              En estos tiempos de calores tropicales algunos disfrutamos del aleteo de los abanicos, los manuales en este caso. El sonido de sus varillas al abrirse y cerrarse alivia casi tanto como el leve frescor que levanta su movimiento. Pocos saben, y me incluyo, que la tela o el papel que cubre el varillaje se denomina país: una acepción curiosa de una palabra muy trillada.

              Las anotaciones de mis lecturas van llenando las árganas de palabras curiosas y para todos los gustos. Quizás no vuelva a toparme con algunas de ellas; otras tal vez empezarán a serme imprescindibles.  Con todas he aprendido a mirar la realidad desde más cerca. 

martes, 23 de septiembre de 2014

Muy cerquita

              Las palabras son las unidades que mejor reconocemos en nuestra lengua. Desde que empezamos a alfabetizarnos aprendemos a escribirlas separadas por un pequeño espacio. En “Eñes” anteriores hemos tratado la peculiaridad de las locuciones, esas expresiones formadas por dos o más palabras que llegan a funcionar como una y que, a fuerza de ir juntas, nos ponen en aprietos a la hora de escribirlas. 
              El uso y el tiempo convirtieron la locución a Dios en nuestro hermoso adiós (sustituido tan a menudo por el insulso bye). La conversión de la locución en palabra compuesta no fue inmediata sino producto de un detenido proceso en el que convivieron ambas formas hasta que una de ellas le ganó la batalla a la otra en el favor de los hablantes.
              Nuestro tiempo es testigo también de la convivencia de algunas de estas formas. La ortografía académica trata de solventar nuestras dudas aconsejándonos sobre qué forma debemos preferir. En algunos casos se decanta por la grafía univerbal (en una sola palabra) por ser esta la de mayor uso entre los hablantes: me lleva a a maltraer (mejor que a mal traer); sigue la norma a rajatabla (mejor que a raja tabla); escribía a vuelapluma (mejor que a vuela pluma). En otros casos la preferencia por la grafía simple se debe a que el primer elemento suele convertirse en átono; es lo que sucede en casos como bocabajo o bocarriba. Aunque les parezca sorprendente las Academias aconsejan el cubalibre (mejor que el cuba libre).
              Estas locuciones mantuvieron su significado a pesar de los cambios en su forma. Curiosamente no les pasó lo mismo a otras tantas que trataremos en una próxima “Eñe”, porque, coloquialmente, sanseacabó (mejor que san se acabó).

              

martes, 16 de septiembre de 2014

¡Ay!, la coma


            Mucha gente hay por ahí que cree que la ortografía es solo saber cuándo poner o no una hache o elegir entre la be y la uve. Existen además, para los que no lo sepan, los signos ortográficos. Usarlos mal o no usarlos cuando son necesarios también constituye una falta de ortografía de esas que, al menos antes, los maestros rodeaban de un acusatorio círculo rojo. 
            Entre los signos de puntuación destaca, por su especial dificultad, la coma. Por experiencia propia creo que lo más acertado para mejorar nuestro manejo de la coma es ir puliendo poco a poco las situaciones en las que hay que usarla y en las que no. 
            Un contexto en el que todos los días echo en falta la coma es en las interjecciones. Estas expresiones exclamativas, formadas por una o más palabras y más frecuentes de lo que pensamos, tiñen de expresividad nuestros escritos. Conservan cierta autonomía sintáctica dentro de un texto y, por esta razón, deben escribirse delimitadas por comas. ¡Ni modo!, tendremos que aprender a usarlas.  
            Las expresiones que usamos como fórmulas de saludo o despedida se consideran interjecciones y siguen esta misma regla. Todos podemos aplicarla cada vez que escribimos un correo electrónico y lo encabezamos con un coloquial Hola, amigos o con un más formal Buenos días, señores y señoras
            ¡Ay, caray! Vaya, vaya, mira por dónde vamos buscándole la vuelta a esa coma. Un poco de práctica y, ¡eureka!, lo habremos conseguido.


Árbitro de palabras

Árbitro de palabras


              Los cambios en nuestra forma de vida nos familiarizan con nuevas palabras. Cuando los lexicográficos académicos se cercioran de que estas palabras han llegado para quedarse (o al menos eso parece) empiezan un proceso complejo para su inclusión en el DRAE.  La semana pasada hablamos de la creatividad léxica en la tecnología pero las inclusiones no se limitan a este campo.
              El DRAE del tricentenario tiene novedades para los fanáticos del beisbol (aunque para los dominicanos ya son pan comido): los americanismos jonrón, jonronero, ra y jonronear y el término de difusión general beisbolero, ra. Casi tan aplatanado como el beisbol está entre nosotros el sushi, esa especialidad japonesa que hemos adoptado gustosamente y cuyo nombre protagoniza ahora una nueva entrada en el diccionario.  Comparte el origen japonés, aunque su uso se circunscribe a los amantes de la poesía, el sustantivo haiku (o haikú). No seremos muchos los lectores de haikus pero ahora, al menos, sabemos cómo nombrarlos correctamente.
              Una de las inclusiones que más me ha sorprendido (todavía no puedo creer que sea debutante en estas lides lexicográficas) es la del humilde abrefácil. Ha merecido un artículo porque lo usamos hasta en la sopa, nunca mejor dicho.
              Desgraciadamente no todos los cambios han sido para mejor. La difusión de una concepción falsa de la belleza ha provocado que palabras como bulimia o bulímico, ca se hagan imprescindibles aunque a todos nos gustaría verlas desterradas por falta de uso.

              El nuevo DRAE incluye nuevas palabras porque se usan y se consideran correctas. Su misión no es decidir si la realidad a la que se refieren las palabras es censurable o no; su misión es la de ayudarnos a usar nuestra lengua de la forma más adecuada posible. El diccionario no se erige en censor de realidades, solo en árbitro de palabras.

martes, 2 de septiembre de 2014

Más madera

Nuestro mundo cambia, a veces aceleradamente. Estos cambios se reflejan en la lengua y hacen imprescindibles las nuevas ediciones de los diccionarios. La Real Academia suele hacerlas cada diez años.
              Cuando hablamos de una nueva edición de un diccionario lo que despierta mayor interés es la incorporación de nuevas palabras. Si la selección de palabras está bien hecha las nuevas incorporaciones nos sorprenden porque no podemos imaginar cómo no estaban incluidas en la edición anterior.
              La tecnología aporta algunas voces que se han convertido en cotidianas. Hagamos un repaso. El DRAE incorpora un artículo dedicado a salvapantallas y a sus dos acepciones: la lámina protectora de la pantalla y la imagen  que se activa cuando no usamos la computadora. Los SMS también han entrado en diccionario académico (ahora que ya casi no los usamos). También encontramos un artículo nuevo dedicado a USB  y un añadido en la entrada dedicada a memoria para acoger a las memorias USB. El blog y los blogueros han adquirido carta de naturaleza. A algunos nos gustaba la propuesta de usar el hermoso patrimonial bitácora pero debemos admitir que, al fin, usábamos siempre blog.  Así mismo se ha añadido la acepción informática de enlace (‘conjunto de caracteres que se usa como dirección para acceder a más información’) y se ha enmendado el artículo dedicado a sitio  para que incluya sitio web.

              Los omnipresentes teclados y pantallas han cambiado nuestra forma de trabajar, de comunicarnos y, en definitiva, de vivir. No es nada raro que transformen también nuestra forma de hablar y escribir y, por lo tanto, nuestros diccionarios.