Mucha
gente hay por ahí que cree que la ortografía es solo saber cuándo poner o no
una hache o elegir entre la be y la uve. Existen además, para los que no lo
sepan, los signos ortográficos. Usarlos mal o no usarlos cuando son necesarios
también constituye una falta de ortografía de esas que, al menos antes, los
maestros rodeaban de un acusatorio círculo rojo.
Entre
los signos de puntuación destaca, por su especial dificultad, la coma. Por
experiencia propia creo que lo más acertado para mejorar nuestro manejo de la
coma es ir puliendo poco a poco las situaciones en las que hay que usarla y en
las que no.
Un
contexto en el que todos los días echo en falta la coma es en las
interjecciones. Estas expresiones exclamativas, formadas por una o más palabras
y más frecuentes de lo que pensamos, tiñen de expresividad nuestros escritos.
Conservan cierta autonomía sintáctica dentro de un texto y, por esta razón,
deben escribirse delimitadas por comas. ¡Ni modo!, tendremos que aprender a
usarlas.
Las
expresiones que usamos como fórmulas de saludo o despedida se consideran
interjecciones y siguen esta misma regla. Todos podemos aplicarla cada vez que
escribimos un correo electrónico y lo encabezamos con un coloquial Hola, amigos o con un más formal Buenos días, señores y señoras.
¡Ay,
caray! Vaya, vaya, mira por dónde vamos buscándole la vuelta a esa coma. Un
poco de práctica y, ¡eureka!, lo habremos conseguido.
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