Árbitro de palabras
Los
cambios en nuestra forma de vida nos familiarizan con nuevas palabras. Cuando
los lexicográficos académicos se cercioran de que estas palabras han llegado
para quedarse (o al menos eso parece) empiezan un proceso complejo para su
inclusión en el DRAE. La semana pasada hablamos de la creatividad
léxica en la tecnología pero las inclusiones no se limitan a este campo.
El DRAE del tricentenario tiene novedades
para los fanáticos del beisbol (aunque para los dominicanos ya son pan comido):
los americanismos jonrón, jonronero, ra y jonronear y el término de difusión general beisbolero, ra. Casi tan aplatanado como el beisbol está entre
nosotros el sushi, esa especialidad
japonesa que hemos adoptado gustosamente y cuyo nombre protagoniza ahora una
nueva entrada en el diccionario.
Comparte el origen japonés, aunque su uso se circunscribe a los amantes
de la poesía, el sustantivo haiku (o haikú). No seremos muchos los lectores
de haikus pero ahora, al menos, sabemos cómo nombrarlos correctamente.
Una de
las inclusiones que más me ha sorprendido (todavía no puedo creer que sea
debutante en estas lides lexicográficas) es la del humilde abrefácil. Ha merecido un artículo porque lo usamos hasta en la
sopa, nunca mejor dicho.
Desgraciadamente
no todos los cambios han sido para mejor. La difusión de una concepción falsa
de la belleza ha provocado que palabras como bulimia o bulímico, ca se
hagan imprescindibles aunque a todos nos gustaría verlas desterradas por falta
de uso.
El
nuevo DRAE incluye nuevas palabras porque
se usan y se consideran correctas. Su misión no es decidir si la realidad a la
que se refieren las palabras es censurable o no; su misión es la de ayudarnos a
usar nuestra lengua de la forma más adecuada posible. El diccionario no se
erige en censor de realidades, solo en árbitro de palabras.
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