Me he encontrado con frecuencia a quien recurre al uso de las mayúsculas en un texto para tratar de eludir la obligación de la acentuación gráfica. Demuestra con esto que no domina el uso de la tilde, tan importante en español, y, además, que desconoce que a las palabras escritas en mayúsculas se les aplican las mismas reglas en cuanto a la tilde y a la diéresis que a las escritas en minúsculas. Así, si alguien se llama Álvaro, debe usar la tilde en la a mayúscula por tratarse de una palabra esdrújula con acento en la antepenúltima sílaba. Si anunciamos una EXHIBICIÓN DE ANTIGÜEDADES no podemos olvidar la tilde de la palabra aguda ni la diéresis que nos recuerda que la u también se pronuncia. Si se fijan en muchos de nuestros anuncios publicitarios observarán que los rótulos en mayúsculas carecen generalmente de tilde. Es la consecuencia de esa especie de mito que ha corrido como la pólvora entre nosotros acerca de la falta de acentuación de las mayúsculas.
Solo existe un caso en que las mayúsculas no llevan nunca tilde. Se trata de las siglas escritas enteramente en este tipo de letras: FMI, siglas de Fondo monetario internacional, no se acentúa nunca (no olviden que solo estamos hablando de ortografía). La falta de acentuación gráfica se limita a estos casos. Si las siglas han pasado a considerarse palabras del vocabulario general, como oenegé o módem, vuelven al redil y se someten a la misma regla que todas las demás. Faltaría más.
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