miércoles, 12 de septiembre de 2012

Un búmeran en la maleta

        Las palabras viajeras, como me gusta llamarlas, despiertan mi imaginación porque llevan entre sus letras un pequeño cuento escondido que hay que saber leer. Una de mis preferidas es la palabra barbacoa, se cree que de origen taíno. Por allá por el siglo XV los taínos usaban este término para referirse a un armazón de palos puestos en alto. A veces se usaba para asar alimentos, a veces hacía las funciones de camastro o de andamio tosco.

        Aunque el español disponía del sustantivo parrilla para designar la rejilla de hierro para poner al fuego los alimentos, adoptó el indigenismo, lo echó en la maleta, lo extendió por el territorio hispanohablante e incluso lo introdujo como préstamo en lenguas como el inglés o el francés (barbecue o barbeque). Una de sus primeras apariciones en un texto escrito en español data de 1535 en las páginas de la Historia general y natural de las Indias de Gonzalo Fernández de Oviedo.

        Lo más curioso de la palabra barbacoa es su sorprendente viaje de ida y vuelta. En su tierra natal mantiene la forma original para algunos de sus significados mientras que para referirse a la rejilla para asar, y a los alimentos que en ella se asan, se adopta la forma patrimonial parrilla y su derivado parrillada o, más extraordinario todavía, el préstamo procedente del inglés barbecue pronunciado /barbikiú/. Como si de un búmeran lingüístico se tratara, lo que nació taíno se usa en nuestra isla, su lugar de origen, pasado por el tamiz del inglés. ¿Seremos capaces de encontrar un préstamo tan innecesario como este?

  

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