No hay carnaval sin vejigas. Las que usan nuestros diablos cojuelos se acercan al origen de la palabra. Se trata de una bolsa de tripa de un cerdo, vaca u otro animal, que se rellena de aire o de líquido. De esta ancestral bolsa de tripa hemos derivado también hasta nuestras actuales y coloridas vejigas de fiestas y cumpleaños, acepción que, por cierto, falta en el Diccionario Académico. Nuestra patrimonial vejiga tiene su origen en el latín vesica, de donde también procede el cultismo médico vesícula, que no es más que una vejiguita.
En la antigüedad se denominaba también con este nombre a una pequeña bolsa fabricada de tripa de carnero en la que los pintores conservaban sus pinturas al óleo. Existe en la República Dominicana además la vejiga que en los campos se utilizaba (no sé si se mantiene este uso todavía) para llevar tabaco. De ahí surgió una expresión dominicana con sabor a monte y a autenticidad, ser una persona de tabaco en la vejiga, con ella se calificaba a las personas valientes y resueltas.
Seguro que han notado que los dominicanos, como muchos otros hispanohablantes, pronunciamos el sonido de la jota como una aspiración. Esta pronunciación aspirada tiene un origen muy antiguo. Como también usamos este mismo sonido aspirado en muchas palabras que tienen hache y relacionamos esta costumbre con una pronunciación vulgar, hay hablantes que tratan de autocorregirse y pronuncian vejiga como [vehiga]. No es necesario el esfuerzo. Lo correcto es vejiga. De la otra forma ¿no les suena como si ya se hubiera pichado?; y eso es lo último que queremos.
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