martes, 10 de junio de 2014

Nunca mejor dicho

             Los que nos dedicamos a la divulgación del buen uso del idioma solemos dar prioridad a la corrección de la lengua escrita y dedicamos menos atención a lo que puede mejorarse en nuestra forma de expresarnos oralmente.

            La variedad del español que usamos en la República Dominicana tiene características particulares en la pronunciación que no son consideradas errores, como el seseo o la aspiración. Sin embargo, existen errores que escuchamos en todas las áreas donde se habla español, que son considerados vulgarismos y que, como buenos hablantes,  debemos evitar. Casi siempre pensamos que nuestro problema es que nos “comemos” los sonidos pero uno de los vulgarismos más frecuentes consiste en añadir una consonante donde no la hay.

            Sucede a menudo con las palabras que comienzan por hue-. ¿Quién no ha dicho u oído alguna vez [güeso] por hueso, [güeco] por hueco o [güevo] por huevo? Esta adición de una consonante  suele producirse también al conjugar la segunda persona del singular pretérito de los verbos. Muchos dicen *jugastes en lugar de jugaste o *bebistes en  lugar de bebiste. Probablemente el hablante trata de asemejarla a la segunda persona del presente (juegas, bebes).

            Como reacción a la desaparición cada vez más frecuente en el lenguaje coloquial de la  -d- entre vocales muchos hablantes cometen el error de añadir una d en palabras que no la llevan: *bacalado por bacalao o *vacido por vacío. Son casos de un fenómeno que denominamos, con una de esas palabrejas que nos gustan a los lingüistas, ultracorrección. El hablante, consciente o inconscientemente, se corrige más allá de lo necesario.
           
            Una expresión cuidada (voz modulada, vocalización y buena pronunciación) habla muy bien de nosotros y nos ayuda a conseguir nuestro objetivo: que se nos entienda bien.


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