Los
que nos dedicamos a la divulgación del buen uso del idioma solemos dar
prioridad a la corrección de la lengua escrita y dedicamos menos atención a lo
que puede mejorarse en nuestra forma de expresarnos oralmente.
La
variedad del español que usamos en la República Dominicana tiene
características particulares en la pronunciación que no son consideradas
errores, como el seseo o la aspiración. Sin
embargo, existen errores que escuchamos en todas las áreas donde se habla
español, que son considerados vulgarismos y que, como buenos hablantes, debemos evitar. Casi siempre pensamos que
nuestro problema es que nos “comemos” los sonidos pero uno de los vulgarismos
más frecuentes consiste en añadir una consonante donde no la hay.
Sucede
a menudo con las palabras que comienzan por hue-.
¿Quién no ha dicho u oído alguna vez [güeso] por hueso, [güeco] por hueco
o [güevo] por huevo? Esta adición de
una consonante suele producirse también al
conjugar la segunda persona del singular pretérito de los verbos. Muchos dicen
*jugastes en lugar de jugaste o *bebistes en lugar de bebiste. Probablemente el hablante trata
de asemejarla a la segunda persona del presente (juegas, bebes).
Como
reacción a la desaparición cada vez más frecuente en el lenguaje coloquial de
la -d- entre vocales muchos hablantes
cometen el error de añadir una d en palabras que no la llevan: *bacalado por bacalao o *vacido por vacío. Son casos de un fenómeno que
denominamos, con una de esas palabrejas que nos gustan a los lingüistas,
ultracorrección. El hablante, consciente o inconscientemente, se corrige más
allá de lo necesario.
Una
expresión cuidada (voz modulada, vocalización y buena pronunciación) habla muy
bien de nosotros y nos ayuda a conseguir nuestro objetivo: que se nos entienda
bien.
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