Estamos metidos de lleno en el Mundial
de fútbol (o futbol, que ambas grafías pueden usarse como adaptación del inglés
football). Existe también la voz balompié, calco del inglés, y que forma
parte del nombre del equipo de mis amores (o dolores), el Real Betis Balompié. ¿Habían
escuchado alguna el sonoro adjetivo balompédico?
El origen inglés de este deporte
contribuye a que su terminología sea abundante en préstamos (más o menos
adaptados). Algo similar sucede en nuestra pelota. El gol (del inglés goal) ya no podría llamarse de otra
manera; de la misma forma que el jonrón (de home
run) ha adquirido carta de naturaleza en nuestra lengua. Es evidente que la
adaptación de ambas palabras ha sido completa y respeta las normas del español.
Es lo menos que podemos pedirles a los extranjerismos.
El peligroso saque (o tiro) de
esquina es nuestra versión del corner;
si optamos por castellanizarlo no debemos olvidar la tilde. Si nos pitan una
falta dentro del área echemos mano del americanismo penal, mucho más sonoro que penalti,
anglicismo adaptado habitual en España y, ni que decir tiene, que el puro y
duro penalty. A veces un empate final
obliga a que suframos, o gocemos, una emocionante tanda de penaltis. La emoción o la decepción (según sea el
resultado) no nos puede hacer olvidar la ortografía.
Toda
competencia (o competición) deportiva supone dos rivales y aquí empieza el
peligro de que aparezca el anglicismo versus:
en español de toda la vida decimos contra
o frente a.
Debemos
hablar, y escribir, de fútbol con corrección. El deporte es cultura y esta
condición tiene que notarse en todo lo que se relacione con él. Tenemos todo un
mes por delante para disfrutar del fútbol en español.
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