Comparto con muchos amigos mi
pasión por las palabras. Y como en las buenas conversaciones, una palabra lleva
a otra, y vamos hilvanando curiosidades y dudas que, más tarde, ya con los
libros en las manos, nos toca resolver. Me decía Catana Pérez que en el Cibao
suelen llamar harinita a la lluvia
menuda y, puntualizaba, que la pronuncian como “jarinita”. El comentario me trasladó, por gracia del poder evocador de
las palabras, a mi Andalucía natal, donde se usa este sustantivo con el mismo
sentido y también con aspiración inicial.
Como
siempre que las palabras provocan mi curiosidad acudo al diccionario, a los
diccionarios, para ser más exactos. Me interesa conocer los detalles de su uso
y de su ortografía, tan frecuentemente relacionados con su historia, que suelen
pasar desapercibidos cuando las utilizamos en nuestro día a día.
Desde el ‘polvo que resulta de la
molienda del trigo o de otras semillas’, como define el DRAE la palabra harina, el
ingenio popular desarrolla una hermosa metáfora. Quizás a su poca extensión de
uso se deba que la acepción referida a la llovizna no se incluya el diccionario
académico. Sí aparece, sin embargo, en el Diccionario
del español dominicano, junto con sus derivados harinear y harineo. En el Diccionario de americanismos se incluye
jarina, variante escrita con jota
inicial para reproducir el sonido de la aspiración.
También
compartimos andaluces y dominicanos la aspiración. Para las palabras que en
latín tenían efe inicial el español produjo dos soluciones: aspiración o
supresión. La aspiración ha quedado reducida a algunas zonas, como Andalucía o
el Caribe. Las palabras que escribimos con hache y pronunciamos, a veces, con
aspiración proceden de palabras que en latín tenían efe inicial: harina procede del latín farina, como huir procede de fugere
o hallar de afflare.
Como
habrán comprobado, para los que saben apreciar la belleza de nuestra lengua una
tarde de lluvia suave y una buena conversación pueden dar mucho de sí.
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