Cuando miro atrás y recuerdo las experiencias
humanas y profesionales que me ha regalado el año 2013 parecería que este año
extraordinario ha tenido más de doce meses. Empezó allá por enero, como cada
año, con cañonazo, Reyes Magos que dejan ilusión y una Vieja Belén que se
acuerda de aquellos de los que nadie se acordó.
A nosotros nos trajo la inquietud de saber que
nuestro largo trabajo dedicado a la creación de un diccionario que mostrara
cómo hablamos estaba llegando a su fin. Todavía nos quedaba tarea por delante
pero, con el paso de los meses, la obra fue tomando forma día a día hasta
convertirse en la realidad que pusimos en manos de los dominicanos a finales de
noviembre.
Un diccionario -se dice pronto- que registre lo
que decimos y cómo lo decimos; en el que nos reconozcamos y aprendamos a
mirarnos con más profundidad; para saber lo que hacemos mal y empezar a
corregirlo; pero también para saber lo que hacemos bien, la riqueza que hemos
conservado de un español centenario y la riqueza que hemos creado para seguir
engrandeciéndolo.
Acostumbramos a poner el acento en lo que
hacemos mal. Hoy, último día de este año grandioso, les propongo que pongamos
el acento en lo que hacemos bien. El Diccionario
del español dominicano es una de esas cosas. Estoy segura de que todos
ustedes pueden buscar y encontrar tambien muchas cosas bien hechas entre los
días y las noches de este 2013. Lo importante es que todas podemos emularlas o
reintentarlas a partir de mañana. Les deseo la mejor de las suertes.
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