Un año más vuelven los ciclones. Los poetas los compararían con las golondrinas en
primavera. Los científicos los ven de otra manera y su función, importante y
necesaria donde las haya, es la de determinar, mediante la observación de las
condiciones atmosféricas, si van a producirse.
Científicos y poetas
comparten la misma lengua pero deben seleccionar términos adecuados para
expresar realidades que, siendo las mismas, son descritas desde puntos de vista
alejados. Del acierto en la selección depende la propiedad de la expresión. Sin
duda los poetas gozan de mayor libertad, la libertad creativa. Los científicos
se ciñen a límites más restringidos. Por esta razón me sorprendió en estos días
la elección del verbo vaticinar para
referirse a las predicciones meteorológicas. En español existen varios
sinónimos que, quizás, encajarían mejor con la naturaleza científica del
asunto.
Su definición
académica nos brinda tres sinónimos, como casi siempre parciales: ‘pronosticar,
adivinar, profetizar´. Vaticinar evoca
a los vates, o adivinos, y sus vaticinios. Adivinar
siempre se relaciona con predecir lo que está por venir por medios no
científicos, como hermosamente dice nuestro Diccionario académico, ‘por medio
de agüeros o sortilegios’.Profetizar se aleja aún más de la materia; lo usamos para referirnos a la predicción que se realiza, de nuevo el DRAE, ‘en virtud del don de profecía’. Si de predecir se trata podemos hacerlo basándonos en conjeturas o revelaciones pero también, y aquí sí nos sirve para la meteorología, con fundamentos científicos. Todavía encontramos un sinónimo más: podemos pronosticar, es decir, ‘conocer por algunos indicios lo futuro’. Diariamente esperamos las predicciones o pronósticos de los meteorólogos, de los que dependen muchas actividades a veces triviales pero también muchas cosas importantes para todos nosotros. Ciencia, lengua y vida. Va por ellos.
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