Encontré con satisfacción un núcleo de investigadores que, desde tan lejos y, a la vez, desde tan cerca, observan una realidad que a nosotros, que la vivimos en primera persona, tantas veces se nos escapa. Un grupo de personas que, por distintos motivos, se interesan por analizar, entender y explicar cómo somos y cómo nos expresamos; investigadores que han leído nuestras novelas y que han sabido extraer de ellas un conocimiento precioso; lingüistas que han recogido datos de primera mano del contacto de lenguas en la frontera o en los bateyes, que han estudiado las características del español en las letras de infinidad de merengues, y que se dedican día a día a esa actividad minuciosa, persistente y vocacional que es la investigación.
Mientras viajo en tren a lo largo de las orillas del Mosela y del Rin, flanqueadas de viñedos y castillos, me pregunto por qué la investigación está tan lejos de los jóvenes dominicanos. La respuesta, como casi siempre, está en la formación. Detrás de cada joven investigador hay un maestro de primaria, uno de secundaria y un profesor universitario que enseña a pensar, a cuestionar, a analizar, a insistir en las preguntas y a no dar por supuesta ninguna respuesta. ¿Dónde están nuestros maestros y nuestros profesores? ¿Quién los forma y quién los retribuye como es de justicia? Sin harina es imposible amasar pan.
Porta Nigra en Tréveris |
No hay comentarios:
Publicar un comentario