martes, 29 de julio de 2014

Fijas y expresivas

Dice Javier Marías, novelista por el que siento predilección y académico de la RAE,  que “la manera de hablar de cada persona es tan úni­ca como nuestras huellas dactilares”. Cuántos nos olvidamos de esta verdad y hablamos y hablamos sin darnos cuenta de todo lo que decimos de nosotros mismos con cada palabra.
El cuidado en la expresión empieza por los detalles. La lengua hereda o crea con el tiempo y el uso unas expresiones fijas que adquieren un significado propio y a las que llamamos locuciones.  
Las locuciones tienen dos características que las definen y que tenemos que conocer para utilizarlas correctamente. Las palabras que las forman tienen cada una su propio significado y  en cierta manera lo abandonan  para expresar algo nuevo. Guindar los tenis no significa ‘colgar unas zapatillas deportivas’ ni  abanicar la brisa tiene nada que ver con un bateador que se echa fresco. No solo estamos cocinando cuando se nos hace tarde para ablandar habichuelas ni los policías acostados se levantan de su siesta.
Lo más característico de las locuciones es que son fijas; tienen una estructura propia que no debemos cambiar. Nuestra preocupación por las eses finales, que nos comemos a menudo, hace que estas eses aparezcan hasta donde no van. Sucede con frecuencia en las locuciones a pie y a mano. Su forma correcta exige el sustantivo en singular. Y, aunque caminemos con dos pies y usemos ambas manos, vamos a los sitios a pie (aunque cada vez menos en este territorio comanche en el que se han convertido nuestras calles) y tejemos o escribimos una carta a mano (esto suena ya casi a ficción).

Las locuciones son muy expresivas y, ortográficamente, son fijas. Respetémoslas para que puedan seguir ayudándonos a decir lo que queremos decir.

martes, 22 de julio de 2014

Hoy pongo el acento en otras cosas


Conocen mi preocupación por la ortografía. Hoy quiero poner el acento más allá.

Visité hace unos días la localidad costera de Boca de Yuma (un hermoso nombre, por cierto). A la orilla de un paisaje espectacular, con el mar Caribe y el río Yuma como protagonistas, e iluminada por la paleta inefable de sus aguas, encontré una pequeña biblioteca rural, colorida, alegre, impecable. Un pequeño tesoro luce con más brillo cuando se convierte en el centro de atención. Para mí,  entre la música estruendosa procedente de las bocinas (nuestro inevitable musicón) y el desorden al que estamos desgraciadamente tan habituados, esas pequeñas cuatro paredes representaban lo mejor que tenemos: curiosidad, ganas de aprender y un resquicio de esperanza.

Si se fijan en la fotografía son evidentes el esmero y la dedicación. Ojalá alguno de sus lectores aporte un granito de arena ortográfico y corrija alguna tilde, algún punto de más o alguna mayúscula de menos.

Del silencio que intuimos en su interior parece desprenderse una expresión de orgullo por el amor a los libros y a la lectura que, por imposible que parezca, acalla la bulla que reina en nuestras calles.


 Hermoso contraste en una tierra especialista en contrastes. El fragor del Caribe y el silencio respetuoso de la biblioteca se alían para que una lectora empedernida sienta que no todo está perdido en esta tierra nuestra.

Letra zeta

Cuando me eligieron miembro de número de la Academia Dominicana de la Lengua, la emoción nos hizo olvidar, a don Bruno Rosario y a mí, un detalle importante. Acababa de cerrar y ya estaba llamando de nuevo para preguntar cuál era mi letra. La zeta, me contestó nuestro director. A cada académico le corresponde simbólicamente una letra del abecedario.

Mi primera reacción fue el asombro. Había dedicado mi discurso de ingreso como miembro correspondiente al primer diccionario monolingüe del español, el Tesoro de Covarrubias, que ejemplifiqué con palabras de la letra ene. Fernando Casanova, excelente columnista, me llama con cariño “letra eñe” desde que publico esta columna en Diario Libre. Pero ni la ene ni la eñe. Me correspondió el sillón zeta, vigesimonovena y última letra del abecedario español.

Busqué de inmediato quién había ocupado ese sillón antes que yo y resultó que yo era la primera letra zeta de la Academia Dominicana. Irónicamente le correspondía a una sevillana aplatanada: ni los sevillanos ni los dominicanos pronunciamos la zeta como la describen los manuales (sonido interdental fricativo sordo). Nuestro seseo (junto al del sur de la Península Ibérica, Canarias y toda Hispanoamérica) la asocia al sonido predorsal fricativo sordo.

Los lazos que me unen a esta letra han ido tomando cuerpo desde entonces. Los zumbadores aparecen por doquier, mi hija prefiere las batidas de zapote, he tenido que zanquear dominicanismos por cielo y tierra y todavía dura el zaperoco del DED. Solo espero que hoy no se les zafe un tornillo y que esta “Eñe” no vaya al zafacón.


martes, 15 de julio de 2014

Varias posibilidades

Hay secuencias de palabras que, a pesar de ser distintas en forma y significado, suenan igual en la lengua hablada y, cuando nos vemos ante la necesidad de ponerlas por escrito, su parecido nos confunde.  
La secuencia a sí mismo está formada por tres palabras: la preposición a, el pronombre reflexivo   y el adjetivo mismo. El pronombre necesita la tilde diacrítica para diferenciarse de si, conjunción condicional: Si leyera con más frecuencia se ayudaría a sí mismo. Un truco (que no tip) para ayudarnos a identificar esta expresión es la variabilidad de género y de número del adjetivo mismo. Este adjetivo debe concordar en género y número con el sujeto. Si en el ejemplo anterior nos refiriéramos a una mujer escribiríamos se ayudaría a sí misma.
Las otras dos expresiones son más difíciles de diferenciar porque comparten el significado ‘también, además’. Asimismo es un adverbio de modo que se escribe en una sola palabra. Podemos decantarnos por usar para este mismo significado la locución adverbial así mismo, compuesta por el adverbio así y por el adjetivo mismo, que permanece invariable cuando se incluye en la locución. Estas dos posibilidades sinónimas nos permiten elegir entre Así mismo (o asimismo) la consulta del diccionario es útil para mejorar nuestra escritura. 
La expresión así mismo  puede responder además al adverbio así con el significado ‘de esta manera’ (lo escribe así y se queda tan tranquilo) al que reforzamos con el adjetivo mismo (lo escribe así mismo y se queda tan tranquilo). Para ayudarnos a distinguirlo solo debemos comprobar que podemos eliminar el elemento de refuerzo mismo

Varias posibilidades para acercarnos con precisión a lo que queremos decir. Si se trata de escribirlo tenemos que ser mucho más cuidadosos. 

martes, 8 de julio de 2014

Por tierras alemanas

La Universidad de Tréveris me invitó a compartir la experiencia académica del "Diccionario del español dominicano" con alumnos y profesores llegados desde los lugares más dispares. En Tréveris (Trier en alemán), la ciudad más antigua de Alemania, dedicamos dos jornadas a hablar de historia, literatura, economía, identidad y, por supuesto, del español que hablan los dominicanos dentro y fuera de nuestras fronteras.

Encontré con satisfacción un núcleo de investigadores que, desde tan lejos y, a la vez, desde tan cerca, observan una realidad que a nosotros,  que la vivimos en primera persona,  tantas veces se nos escapa. Un grupo de personas que, por distintos motivos, se interesan por analizar, entender y explicar cómo somos y cómo nos expresamos; investigadores que han leído nuestras novelas y que han sabido extraer de ellas un conocimiento precioso; lingüistas que han recogido datos de primera mano del contacto de lenguas en la frontera o en los bateyes, que han estudiado las características del español en las letras de infinidad de merengues, y que se dedican día a día a esa actividad minuciosa, persistente y vocacional que es la investigación.

Mientras viajo en tren a lo largo de las orillas del Mosela y del Rin, flanqueadas de viñedos y castillos, me pregunto por qué la investigación está tan lejos de los jóvenes dominicanos. La respuesta, como casi siempre, está en la formación. Detrás de cada joven investigador hay un maestro de primaria, uno de secundaria y un profesor universitario que enseña a pensar, a cuestionar, a analizar, a insistir en las preguntas y a no dar por supuesta ninguna respuesta. ¿Dónde están nuestros maestros y nuestros profesores? ¿Quién los forma y quién los retribuye como es de justicia? Sin harina es imposible amasar pan.
Porta Nigra en Tréveris

martes, 1 de julio de 2014

Caminos reales y veredas

Tengo un amigo que es capaz de recrear su infancia con solo mencionar el nombre de su terruño natal (no sé si se quedará satisfecho con que su "mítica" Navas quede reducida a terruño).
Los nombres de los lugares se conocen con el  término especializado de topónimos. Basta un recorrido breve por caminos reales y veredas de esta tierra nuestra para encontrar hermosos ejemplos. Los hay de origen prerromano, como Navas, del que no tenemos la exclusividad, porque Navas las hay repartidas por toda la geografía del español. Los hay de origen indígena, como Jarabacoa, que nos traen resonancias prehispánicas que hemos sabido atesorar. Los hay creativos, como el pequeño poblado Vengan a Ver, que provocan cierta curiosidad y nos despiertan una sonrisa. Los hay que describen la naturaleza como es, o como nos gustaría que fuera: Buena Vista, Arroyo Dulce, Palo Alto o Fondo Negro. Algunos podrían ser parte de un verso clásico, como Postrer Río.
Nuestra geografía está poblada de nombres con sonoridad y poder de evocación. Desgraciadamente demasiadas veces los leemos mal escritos en la señalización vial. La flamante autovía del Este es un ejemplo lamentable. Vemos al  hermoso Higüey sin su diéresis una y otra vez; las tildes de Bayahíbe y Macorís brillan por su ausencia. ¿Tan difícil era revisar la ortografía de un puñado de palabras?



Cuando aprendemos a escribir sentimos orgullo al perfilar las letras que componen nuestro nombre. Saber cómo nos llamamos y cómo se llama nuestra tierra es una muestra de formación y de respeto por lo nuestro. Los topónimos nos hablan de tradición, de historia y del paso del tiempo; en definitiva, hablan de nosotros.