Estamos en plena temporada de pelota invernal. Además de disfrutar del
extraordinario ambiente de los juegos y de la emoción del deporte y la
competición, no hay mejor campo para aprender cómo debemos tratar correctamente
en nuestra lengua las palabras que importamos de otras.
El vocabulario del beisbol (o béisbol, ambas correctas) ha heredado
del inglés muchas palabras. Son anglicismos que presentan distintos grados de
adaptación a los patrones de escritura y pronunciación propios del español.
Por supuesto, ante la llegada de un extranjerismo, los hablantes
conscientes procuran buscar un término equivalente válido en español, que casi
siempre existe: pelota, cuadrangular,
mascotín, atrapada, lanzador, receptor; y así innumerables vocablos que
rezuman afición por nuestro deporte más popular.
Si, a pesar de la existencia de estas palabras patrimoniales, nos
decantamos por un extranjerismo crudo, debemos ser muy cuidadosos con su
tratamiento. Los extranjerismos crudos no han sufrido adaptación a los patrones
de nuestra lengua sino que conservan su escritura y su pronunciación
originaria.
Su uso continuado y el conocimiento del inglés nos los presentan cada
vez más como palabras cercanas pero no debemos olvidar que se trata de
elementos extraños que empobrecen nuestra expresión. Su uso debe ser muy
ocasional y siempre debemos hacer notar en la escritura que se trata de
extranjerismos. En la escritura tipográfica los ponemos en cursiva; si la
escritura es a mano los entrecomillamos. En el sustantivo play conservamos tanto la grafía como la pronunciación de la lengua
de origen por lo tanto siempre debemos incluirlo en cursiva en nuestros textos.
Los extranjerismos crudos no se han adaptado a nosotros. Sin embargo,
hay muchos préstamos que demuestran una gran capacidad para aplatanarse. A
ellos les dedicaremos alguna que otra Eñe
más.
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