Los participantes en
un taller en que el que enseñábamos a usar el diccionario se sorprendieron al
saber que la palabra vaina procede
del latín vagina. Esta palabra latina
experimentó la misma evolución que el sustantivo latino regina que resultó en nuestro patrimonial reina.
De
uso general en castellano son las acepciones de vaina que se refieren a la ‘funda ajustada para armas blancas o instrumentos cortantes o
punzantes’ y a la ‘cáscara tierna y larga en que están encerradas las semillas
de algunas plantas’, como las de la habichuela. De hecho, en algunas regiones
se conoce como vainas a las judías
verdes, nuestras nutritivas vainitas,
con un cariñoso diminutivo lexicalizado, como el de la perfumada vainilla.
Parece ser que su condición de
envoltorio ha ido tiñendo el término de ese matiz despectivo que lo ha
transformado en la región caribeña en una palabra usada como comodín para
cualquier cosa que suene a molestia, fastidio o contrariedad e, incluso, para
referirse a algo que no conocemos, que no recordamos o que no queremos recordar
o mencionar.
Evitar el abuso de las palabras
comodín es uno de los primeros consejos que recibimos cuando queremos mejorar
nuestra expresión oral y escrita. Debemos hacer un pequeño esfuerzo para que
nuestras palabras estén llenas de contenido y para elegir las más apropiadas a
lo que queremos decir y a cómo lo queremos decir. Propongámonos aprender más
palabras e irlas incluyendo poco a poco en nuestro lenguaje diario. Dejemos a
un lado las palabras comodín, que siempre se convierten en una vaina.
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