En agosto de
2013 conmemoramos el tercer centenario de la fundación de la Real Academia
Española. En 1713, exactamente un jueves 3 de agosto, un grupo de intelectuales
españoles decidió formar una corporación para la defensa y mantenimiento
de la lengua española, al estilo de las que ya existían en Francia e Italia
para la defensa del francés y el italiano. Y fíjense que su nombre es ese, Real
Academia Española, y que no lleva, aunque a veces se le ponga, el “apellido” de
la Lengua. Fue la primera de estas corporaciones en España y, por su
condición de primera y única en ese entonces, no necesitaba apellidos para
individualizarse.
Los académicos
se fajaron de inmediato. Su objetivo principal fue la construcción de un
diccionario, que después se conoció como el Diccionario de Autoridades y
vio la luz entre 1726 y 1739. Las palabras que pueblan sus seis volúmenes están
ejemplificadas con citas de autores en lengua española; son las autoridades que
muestran cómo se usan las palabras. Con su iniciativa demostraron su pasión por
su propia lengua a la que le dedicaron estas palabras: “La lengua castellana en
nada cede a las más cultivadas con los afanes del arte y del estudio. Es rica
de voces, fecunda de expresiones, limpia y tersa en los vocablos, fácil para el
uso común, dulce para los afectos, grave para las cosas serias, y para las
festivas abundantísima de gracias, donaires, equívocos y sales”.
Durante largos
años la Real Academia fue única; con el tiempo se rodeó de hasta 21 academias
que representan a los hablantes de otros tantos países en los que se habla el
español como lengua materna. Entre ellas está nuestra Academia Dominicana
de la Lengua ,
fundada el 12 de octubre de 1927, y que comparte con sus iguales la misma
misión: estudiar, defender y valorar el español de todos.
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