La mayoría de las palabras en español tiene acento y
algunas lo tienen marcado gráficamente
mediante una tilde. La norma es que las palabras solo se acentúen de una manera
pero hay un pequeño grupo de “chiviricas” que se ha escapado del redil y puede
acentuarse de dos maneras, ambas correctas.
En algunos casos la doble acentuación procede del sufijo,
como en las palabras que contienen el sufijo –iaco/íaco. ¿Cómo decimos policíaco o policiaco, cardíaco o cardiaco, afrodisíaco o afrodisiaco?
Podemos elegir: ambas posibilidades son correctas.
La duplicidad puede tener distintas causas, muchas veces
relacionadas con el origen de la palabra o con su condición de préstamo o
extranjerismo. La palabra áloe,
pronunciada como esdrújula, se acerca más a su étimo, pero puede pronunciarse
como llana, aloe. Los
dominicanos, si dudamos, podemos echar mano de la beneficiosa sábila.
Un caso curioso es
el de la pareja élite/elite. En francés el sustantivo élite,
‘minoría selecta o rectora’ se pronuncia [elít]. Cuando se castellanizó se
adaptó en la forma llana elite pero
se produjeron interferencias con la grafía francesa original que
provocaron una pronunciación esdrújula por la interpretación de la tilde
francesa a la española. Con su
extensión, incluso entre hablantes cultos, el uso de la variante esdrújula se
considera tan válido como el de la llana.
A veces nos decantamos por una u otra acentuación según en
qué lado del Atlántico hablemos. La palabra icono,
que tanto usamos ahora, puede pronunciarse como llana –acentuación más próxima
a su etimología- o como esdrújula, ícono. Las divergencias aparecen en todos los
ámbitos: beisbol/béisbol, futbol/fútbol,
chofer/chófer, coctel/cóctel, pudín/pudin. En estas parejas la primera forma es la
más habitual en América y la segunda en España, pero ambas son correctas.
Conviene conocerlas, por si nos las topamos por ahí.
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