La
música, en toda su extraordinaria variedad, nos acompaña en muchos momentos de
nuestra vida. En el siglo XX la de origen americano ha estado especialmente
presente en nuestra cultura y ha originado fusiones y nuevos estilos a los que
hemos tenido que buscar nombre, generalmente condicionados por los términos
originales en inglés.
Con
frecuencia adoptamos la palabra extranjera tal cual. Así sucede con el jazz o el blues, géneros musicales de orígenes afronorteamericanos. La
ortografía exige que se haga notar su condición de extranjerismos no
hispanizados y que se marquen tipográficamente. Si los escribimos a mano
debemos usar las comillas; si el medio usado nos lo permite, debemos elegir la
cursiva.
Es
el mismo caso del reggae, de origen
jamaiquino (o jamaicano, como lo prefieran), cuya cadencia rítmica
inconfundible nos invita inevitablemente a bailar. En nuestros días hemos
echado mano de esta palabra para crear otra que sirviera para nombrar a un
recién llegado, esta vez de origen caribeño hispánico: el reguetón. Cada día
más presente (para algunos incluso demasiado presente), su popularidad nos
obliga a saber cuál es su escritura correcta. En un breve repaso por los medios
escritos encontramos formas para todos los gustos. Un trabalenguas que podemos
evitar si seguimos la recomendación académica de preferir las formas
hispanizadas para el sustantivo reguetón
y para sus derivados reguetonear y reguetonero, ra. Así figuran ya en las
páginas del Diccionario de Americanismos
de la Asociación de Academias. Si nos decantamos por estas formas hispanizadas
podemos prescindir de las cursivas para dejarnos llevar solo por el ritmo.
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