viernes, 6 de enero de 2012

El mejor regalo



Navidad, Año Nuevo, Día de Reyes. Época de nostalgias, atracones –o comelonas, como prefieran -, propósitos renovados y buenos deseos. La tradición y, un poco también, reconozcámoslo, el consumismo se ponen de acuerdo para que todos nos volvamos un poco locos. Nos dejamos llevar por la alegría de regalar sin dedicarle a veces mucho tiempo o interés a la elección del regalo. Déjenme recodarles que entre los obsequios más especiales que podemos poner en las manos de un hijo, de un amigo, o de un colega siempre estará el libro, en cualquiera de sus versiones, la tradicional en papel o la moderna electrónica. Cuando regalamos un libro brindamos un mundo inagotable de diversión y conocimiento. Y hay mundos para todos los gustos, para grandes y pequeños, para tradicionales e innovadores, para vagos y afanosos. Si me permiten una sugerencia, no se olviden de los diccionarios, esos inmensos edificios donde habitan las palabras, y que nos permiten acceder a su vida cotidiana y aprender un poco más cada día a sacarle provecho personal y profesional a nuestro idioma. Es posible que reciban una que otra cortada de ojos pero es probable que ayuden a alguien a quien quieren a descubrir nuevos universos, nuevas maneras de pensar o de expresarse, una forma de diferente de encarar la vida que nos ayude a crear un mejor entorno para todos. A ese propósito bien podrían contribuir los libros y quienes los leemos. Parafraseando a mi admirado Joaquín Sabina, “que el diccionario detenga las balas”.

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