domingo, 11 de mayo de 2014

Cuidado con los defectos

Si de algo puede presumir nuestra lengua es de ser millonaria en palabras. Las tiene muy hermosas y todas se merecen que las usemos correctamente. El verbo adolecer está entre mis preferidos por su sonoridad. Juan de la Cruz, uno de mis poetas imprescindibles, lo usa magistralmente en su Cántico: “Pastores, los que fuerdes/ allá por las majadas al otero,/ si por ventura vierdes/ aquél que yo más quiero,/ dezidle que adolezco, peno y muero”.
Se trata de un verbo irregular que se conjuga siguiendo el modelo de agradecer (agradezco/adolezco). En estos versos el poeta lo usa en la acepción que se refiere a ‘sufrir, padecer’, de mal de amores en este caso.
En su acepción más frecuente (‘tener algún defecto’) se construye con un complemento, introducido por la preposición de, que expresa el defecto que se padece. Hay quien adolece de hipocresía, hay quien adolece de incoherencia. Hay también muchos hablantes que adolecen de desconocimiento del idioma. Adolecer no significa ‘carecer, estar falto de algo’, sino todo lo contrario.
El error es tan frecuente que basta una simple búsqueda en la red para que nos asalten gimnastas que *adolecen de agilidad y partidos que *adolecen de capacidad de conciliación. Que yo sepa ni la agilidad ni la capacidad de conciliación pueden considerarse defectos. El verbo que debió elegirse en estos casos es carecer, que sí expresa el significado de ‘tener falta de algo’.
Una ñapa para mis lectores: precaución con las etimologías. El verbo adolecer y las voces adolescente y adolescencia no están relacionadas, ni siquiera por su étimo. En lengua, como en tantas cosas, las apariencias también engañan.


No hay comentarios: