domingo, 30 de septiembre de 2012

¿Para qué complicarnos innecesariamente?
Tuiteo: más simple, más correcto.
Eslogan de un anuncio con dos errores. La coma separa el verbo y el complemento directo. Al complemento directo le falta la preposición a que debe introducirlo cuando se refiere a personas, como en este caso.

sábado, 29 de septiembre de 2012

Páginas para la izquierda

El comercio electrónico y las nuevas tecnologías nos obligan día a día a replantearnos nuestra forma de estar en el mundo. Los libros electrónicos, cuya denominación ya se encuentra en el diccionario académico, nos llevaron de la mano a una experiencia de lectura que tenía poco que ver con el tacto del papel y el paso de las hojas, entrañable para muchos de nosotros. Aquello tan coloquial de tirar páginas para la izquierda perdió un poco de su sentido. Al principio me resistí, pero solo al principio, porque la atracción que ejerce el negro sobre blanco supera en mí cualquier tipo de reticencia.

Hasta que he sabido de este nuevo escollo. Algunos atesoramos los libros porque establecemos con ellos una relación especial. Una vez leídos los hacemos nuestros y los consideramos como objetos personales de los que no podemos desprendernos fácilmente. A mí y a los que son como yo nos va a resultar difícil apegarnos al formato electrónico después de saber que una de las condiciones de su compra es la intransferibilidad. ¿Dónde queda aquello de legar nuestra biblioteca a nuestros hijos o a futuros lectores? Cuando nuestros libros hayan dejado de tener sentido para nosotros ¿no podremos entregarlos para disfrute de quienes los quieran o los necesiten? Parece que los libros electrónicos nos obligan a dejar de considerarnos dueños para reducirnos a usuarios. Tendremos que renunciar al sueño de nuestra propia biblioteca digital y volver al placer de pasear nuestros dedos y nuestras miradas por los lomos de los libros. Seguiremos tirando páginas para la izquierda.

martes, 18 de septiembre de 2012

¡Que suene la música!

    Los amantes de la buena música suelen ser también celosos de la expresión correcta. El conocimiento del lenguaje musical sirve de acicate al interés por el uso adecuado de la lengua materna, que tantos menosprecian. La Fundación Sinfonía nos anuncia la celebración el 1 de noviembre de la Gala de Ganadores del Concurso Internacional Chaikovski y nos consulta cuál sería la forma correcta de escribir los nombres de tantos y tantos músicos que proceden de lenguas que utilizan el alfabeto cirílico. Para poderlos escribir correctamente en español necesitamos convertirlos previamente a nuestro alfabeto respetando, en la medida de lo posible, la pronunciación original y también el sistema español de correspondencias entre letras y sonidos. A este proceso lo denominamos transcripción y la Ortografía académica incluye las reglas que deben aplicarse en cada caso para esta hispanización.

    Hasta aquí parece sencillo. La dificultad surge cuando ya nos hemos acostumbrado a un nombre escrito según las reglas de transcripción propias del inglés o del francés. Es una forma más de penetración lingüística y cultural, un poco más sutil, pero penetración al fin y al cabo. Estoy segura de que todos conocemos formas como Tchaikovski o Tchaikovsky. En este apellido se aplican dos de las reglas académicas para la transcripción: el grupo tch, que representa nuestro sonido /ch/ debe transcribirse ch en español; el sonido /i/ en interior de palabra o en posición final precedida de consonante debe transcribirse como i y no como y.

    Todos las hemos leído y, probablemente, las seguiremos leyendo, porque nos resulta difícil adaptarnos a los cambios. Saludo la valentía y el compromiso con nuestra lengua de la Fundación Sinfonía y su preocupación por la corrección ortográfica. Tal vez lo que deje más huella sea no ya cómo escribamos un término concreto (y no sé si esto va a sonar poco académico) sino fomentar la conciencia ortográfica; no si escribimos Chaikovski o no, sino que nos pongamos a pensar si lo que escribimos es correcto o no, cuál es la razón de esta corrección y la trascendencia que tiene qué y cómo escribimos. Nada más y nada menos.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Un búmeran en la maleta

        Las palabras viajeras, como me gusta llamarlas, despiertan mi imaginación porque llevan entre sus letras un pequeño cuento escondido que hay que saber leer. Una de mis preferidas es la palabra barbacoa, se cree que de origen taíno. Por allá por el siglo XV los taínos usaban este término para referirse a un armazón de palos puestos en alto. A veces se usaba para asar alimentos, a veces hacía las funciones de camastro o de andamio tosco.

        Aunque el español disponía del sustantivo parrilla para designar la rejilla de hierro para poner al fuego los alimentos, adoptó el indigenismo, lo echó en la maleta, lo extendió por el territorio hispanohablante e incluso lo introdujo como préstamo en lenguas como el inglés o el francés (barbecue o barbeque). Una de sus primeras apariciones en un texto escrito en español data de 1535 en las páginas de la Historia general y natural de las Indias de Gonzalo Fernández de Oviedo.

        Lo más curioso de la palabra barbacoa es su sorprendente viaje de ida y vuelta. En su tierra natal mantiene la forma original para algunos de sus significados mientras que para referirse a la rejilla para asar, y a los alimentos que en ella se asan, se adopta la forma patrimonial parrilla y su derivado parrillada o, más extraordinario todavía, el préstamo procedente del inglés barbecue pronunciado /barbikiú/. Como si de un búmeran lingüístico se tratara, lo que nació taíno se usa en nuestra isla, su lugar de origen, pasado por el tamiz del inglés. ¿Seremos capaces de encontrar un préstamo tan innecesario como este?

  

martes, 4 de septiembre de 2012

Una aportación al debate: la República Dominicana.

    Por allá por marzo de 2010, en una de las primeras Eñe, comenté el "pequeño" detalle del uso del artículo en el nombre de nuestro país. Don Rafael Molina Morillo ha lanzado la pregunta de nuevo. Tomo el testigo y aporto mi pequeño granito de arena.

    Pequeños grandes detalles

He encontrado a menudo personas a las que, como a mí, los errores ortográficos o gramaticales nos causan la sensación de verlos palpitar en el texto en que se encuentran. De la misma manera resuenan en nuestros oídos cuando se trata de la lengua hablada. Nos asusta que, de tanto oírlos o leerlos, nos lleguen a pasar desapercibidos. Pero existen errores muy habituales que, por su sencillez, pueden ser corregidos sin demasiado esfuerzo por parte de los hablantes. Sólo se necesita voluntad de expresarse con corrección. No está de más refrescar lo que tal vez escuchamos en nuestros años escolares acerca del uso del artículo. Existen dos contextos de uso en los que frecuentemente cometemos errores: los países y los años.

    Los nombres de países no van determinados por el artículo por tratarse de nombres propios. Sin embargo, se recomienda su uso cuando se trata de nombres compuestos, como en el caso de la República Dominicana, los Estados Unidos o los Países Bajos. Es una regla de fácil aplicación que nos puede resultar muy socorrida, más aún cuando el nombre de nuestro país es un ejemplo de uso muy frecuente.

    Lo contrario sucede cuando nos referimos a los años. No debemos usar el artículo. Hablaremos por tanto de que "la Nueva Gramática de la Lengua Española fue publicada en 2009" y de que "2010 será el año en que verá la luz el Diccionario Académico de Americanismos". Son pequeños grandes detalles que hacen la diferencia.

El diccionario más cerca

Mi amiga Maite, quien ha vuelto al colegio con muchas energías, trae loca a su madre. Su profesora le encarga que busque palabras en el diccionario; en el diccionario tradicional en papel, claro está. Pero Maite prefiere usar la consulta por Internet, más fácil y rápida. No se da cuenta, como es lógico a su edad, de que uno de los objetivos que persigue su maestra solo se logra si la búsqueda se realiza en el diccionario en formato libro. Lo ideal sería, una vez dominada la consulta alfabética tradicional, combinarla con la electrónica.


 

Maite está de enhorabuena, y con ella todos los que usamos el diccionario académico en su versión digital. Gracias a las propuestas de los lectores, la Real Academia ha mejorado las posibilidades de consulta del DRAE. Con estos avances podremos buscar un verbo por cualquiera de sus formas flexivas en lugar de únicamente por el infinitivo como hasta ahora. Si en la casilla de búsqueda escribíamos, por ejemplo, la palabra fue, el buscador nos devolvía una respuesta negativa. El nuevo formato nos devuelve la posibilidad de optar por el verbo ser o por el verbo ir.


 

Si tenemos dificultades con la acentuación, la diéresis o las mayúsculas, o no disponemos de un teclado que nos permita usarlas, el buscador académico nos ayuda a solventarlas. Si lo que queremos es consultar una expresión formada por varias palabras (dar bola, hacerse el chivo loco) ya podemos hacerlo escribiéndola tal y como la conocemos, sin necesidad de dominar el método tradicional de búsqueda, que exige conocimientos de gramática.


 

El objetivo fundamental: acercar el diccionario a los hablantes. Ahora solo resta que los hablantes se acerquen al diccionario. Maite ya ha empezado. Les propongo que la sigamos, porque los diccionarios siempre nos reservan muchas sorpresas.