martes, 18 de septiembre de 2012

¡Que suene la música!

    Los amantes de la buena música suelen ser también celosos de la expresión correcta. El conocimiento del lenguaje musical sirve de acicate al interés por el uso adecuado de la lengua materna, que tantos menosprecian. La Fundación Sinfonía nos anuncia la celebración el 1 de noviembre de la Gala de Ganadores del Concurso Internacional Chaikovski y nos consulta cuál sería la forma correcta de escribir los nombres de tantos y tantos músicos que proceden de lenguas que utilizan el alfabeto cirílico. Para poderlos escribir correctamente en español necesitamos convertirlos previamente a nuestro alfabeto respetando, en la medida de lo posible, la pronunciación original y también el sistema español de correspondencias entre letras y sonidos. A este proceso lo denominamos transcripción y la Ortografía académica incluye las reglas que deben aplicarse en cada caso para esta hispanización.

    Hasta aquí parece sencillo. La dificultad surge cuando ya nos hemos acostumbrado a un nombre escrito según las reglas de transcripción propias del inglés o del francés. Es una forma más de penetración lingüística y cultural, un poco más sutil, pero penetración al fin y al cabo. Estoy segura de que todos conocemos formas como Tchaikovski o Tchaikovsky. En este apellido se aplican dos de las reglas académicas para la transcripción: el grupo tch, que representa nuestro sonido /ch/ debe transcribirse ch en español; el sonido /i/ en interior de palabra o en posición final precedida de consonante debe transcribirse como i y no como y.

    Todos las hemos leído y, probablemente, las seguiremos leyendo, porque nos resulta difícil adaptarnos a los cambios. Saludo la valentía y el compromiso con nuestra lengua de la Fundación Sinfonía y su preocupación por la corrección ortográfica. Tal vez lo que deje más huella sea no ya cómo escribamos un término concreto (y no sé si esto va a sonar poco académico) sino fomentar la conciencia ortográfica; no si escribimos Chaikovski o no, sino que nos pongamos a pensar si lo que escribimos es correcto o no, cuál es la razón de esta corrección y la trascendencia que tiene qué y cómo escribimos. Nada más y nada menos.

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