martes, 7 de octubre de 2014

Tierra de palabras y vino

Parafraseando a Joaquín Sabina, "no soy un fulano con la lágrima fácil", pero tengo la 
particularidad de que no son las penas y las tristezas, que las hay y a veces grandes, las que me 
provocan el llanto. 
En mi caso suele ser la emoción. Así me sucedió durante mi visita a Castilla y a La Rioja con 
ocasión de mi participacion en el VI Congreso Internacional de Lexicografía Hispánica para 
hablar del Diccionario del español dominicano. 














En este particular camino de la lengua quedé extasiada ante la impresionante arquitectura
de la catedral de Burgos; a la vuelta de la esquina me encontré con una tarja que
recordaba que en esa casa estuvieron los talleres de Fadrique de Basilea de donde
salió la primera edición de La Celestina. 



Me emocionó estar tan cerca del lugar
de nacimiento de una obra
 extraordinaria de la literatura en español.

Ya en San Millán de la Cogolla subí al monasterio de Suso,
pequeño y humilde en sus formas  y gigante en su significado
porque los hombres que lo habitaron balbucearon por
primera vez la lengua española en sus copias. El guardés del
monasterio nos recibió, como lo harían los juglares, con unos
versos de Gonzalo de Berceo, su paisano, nacido en 1197
y primer poeta conocido en lengua española. Cuando crucé
el umbral de piedra se me nublaron los ojos y la emoción
me acompañó durante toda la visita.



El tercer momento emocionante, y para que vean que no todo
son libros, lo viví delante de un plato de pochas (lo que para
nosotros serían unas habichuelitas blancas) y una copa de rioja
en un pequeño restaurante llamado La cocina de Ramón en Logroño;
no  podía ser menos en una tierra de buen 
yantar y con nombre de vino. 

No hay comentarios: