Los extranjerismos han llegado para quedarse. Algunos lo hicieron hace tanto tiempo que ya no somos capaces de reconocerlos porque los hemos adoptado entre nuestras palabras. Durante un tiempo experimentan un proceso de adaptación a una pronunciación y una forma de escritura acordes a las propias del español. Llega un momento en que los consideramos como propios. ¿Quién se acuerda ya de que palabras como jardín, huracán o tabaco fueron en su origen préstamos de otras lenguas?
La proliferación sin ton ni son de los que todavía no se han sometido a esta aclimatación, los extranjerismos crudos, nos causa a veces problemas ortográficos. La forma en que debemos escribir las palabras o expresiones pertenecientes a otras lenguas no es caprichosa. Los extranjerismos que no están adaptados, ni en su pronunciación ni en su ortografía, deben distinguirse del resto de las palabras por alguna marca. Lo más recomendable es escribirlas en letra cursiva. Nos servimos de esta grafía para indicar que la palabra así escrita no se atiene a las normas ortográficas ni de pronunciación del español. El mismo criterio debe seguirse con las expresiones o frases hechas. Por una vez, y sin que sirva de precedente, el uso de extranjerismos crudos en esta columna irá in crescendo hasta convertirla en algo así como un collage idiomático. No es lo que podríamos llamar un happy end. ¡Lo que me han costado estas últimas líneas! C'ést la vie. Todo sea por la ortografía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario