La corrección lingüística no depende exclusivamente de una buena ortografía o de una buena redacción. A estas habilidades hay que añadirles acierto al escoger las palabras que expresen lo más certeramente posible lo que queremos decir. Se trata de una destreza léxica que conocemos como propiedad. El hablante que sabe expresarse con propiedad elige una palabra que transmite en todos sus matices significativos la idea que quiere comunicar. Las condiciones imprescindibles para la propiedad léxica son la amplitud de vocabulario, tanto activo como pasivo, y el conocimiento de los rasgos de uso y de significado de cada palabra.
Veámoslo con ejemplos. Encontramos con frecuencia el adjetivo abrumador aplicado a sustantivos que tienen un matiz positivo. Leemos a menudo sobre victorias o éxitos abrumadores. Sin embargo, abrumador significaba originalmente 'que producía agobio, tedio o hastío' y aportaba un matiz negativo que no casa con los matices positivos de las victorias o los éxitos.
Cuántas veces habremos oído que un representante político o una autoridad religiosa dirigen una alocución a sus seguidores. El sustantivo alocución significa según el DRAE 'discurso breve dirigido por un superior a sus inferiores, a sus secuaces o súbditos'. Lleva en sí también un matiz negativo que impide que pueda usarse en lugar de sermón o de discurso. Ojo con lo que decimos porque, sin darnos cuenta, habremos transformado en secuaces a todo un auditorio que pudiera ser, o parecer, de lo más respetable.
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