martes, 2 de julio de 2013

Este cuento no es corto


Hablábamos en una Eñe anterior del género ambiguo y quedé debiéndoles el género común, el que tienen los sustantivos que se refieren a seres sexuados y que pueden usarse en masculino o femenino sin sufrir variaciones, solo mediante la combinación con determinantes o adjetivos femeninos o masculinos, según el caso.  

Los sustantivos líder, taxista, pediatra, cónyuge, por ejemplo, tienen género común y, según el sexo de su referente, pueden ser masculinos (el líder, el pediatra) o femeninos (la líder,  la pediatra). Detectives y criminales pueden referirse a hombres o mujeres; sabremos de qué género (y sexo) se trata cuando los combinemos con los determinantes (el criminal, ese detective) o con los adjetivos (criminal peligrosa, detective avispada).  Busquen y encontrarán atletas, comensales, artífices, espías, suicidas, combatientes, vírgenes, tripulantes…

Todavía nos falta una excepción. Existen sustantivos que mediante un solo género gramatical pueden referirse a personas o animales de ambos sexos. Tenemos una palabreja para ellos: son sustantivos de género epiceno. El tiburón se refiere al macho o a la hembra; la persona o el personaje a la mujer o al hombre; lo mismo les sucede a  las perdices, las jirafas, los hipopótamos o los manatíes.   

Cuando de género se trata no podemos olvidar que la lengua dispone de un sistema complejo; un sistema que no ha aparecido por arte de magia y que no nos hemos inventado nosotros. En él, como en muchos otros aspectos del español, perviven rasgos de nuestra lengua madre, el latín, y rasgos que hemos ido atesorando con el paso del tiempo. Recuerden que en el caso del español la historia es larga y no podemos hacer el cuento corto. 

 

 

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