jueves, 11 de abril de 2013

Nuevos ritmos, nuevas palabras


           La música, en toda su extraordinaria variedad, nos acompaña en muchos momentos de nuestra vida. En el siglo XX la de origen americano ha estado especialmente presente en nuestra cultura y ha originado fusiones y nuevos estilos a los que hemos tenido que buscar nombre, generalmente condicionados por los términos originales en inglés.
 

            Con frecuencia adoptamos la palabra extranjera tal cual. Así sucede con el jazz o el blues, géneros musicales de orígenes afronorteamericanos. La ortografía exige que se haga notar su condición de extranjerismos no hispanizados y que se marquen tipográficamente. Si los escribimos a mano debemos usar las comillas; si el medio usado nos lo permite, debemos elegir la cursiva.  

            Es el mismo caso del reggae, de origen jamaiquino (o jamaicano, como lo prefieran), cuya cadencia rítmica inconfundible nos invita inevitablemente a bailar. En nuestros días hemos echado mano de esta palabra para crear otra que sirviera para nombrar a un recién llegado, esta vez de origen caribeño hispánico: el reguetón. Cada día más presente (para algunos incluso demasiado presente), su popularidad nos obliga a saber cuál es su escritura correcta. En un breve repaso por los medios escritos encontramos formas para todos los gustos. Un trabalenguas que podemos evitar si seguimos la recomendación académica de preferir las formas hispanizadas para el sustantivo reguetón y para sus derivados reguetonear y reguetonero, ra. Así figuran ya en las páginas del Diccionario de Americanismos de la Asociación de Academias. Si nos decantamos por estas formas hispanizadas podemos prescindir de las cursivas para dejarnos llevar solo por el ritmo.   

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