La concordancia es una suerte de engarce que mantiene la
cohesión entre las palabras y resulta imprescindible para que, juntas, expresen
un sentido completo. Las reglas gramaticales exigen, por ejemplo, que el sujeto
y el verbo de una oración concuerden en número y persona. Un sujeto en singular
exige un verbo en singular; un sujeto en primera persona (yo) necesita un verbo conjugado en primera persona.
Los hablantes realizamos esta concordancia casi
inconscientemente pero, a veces, cometemos errores como este que observé en un
anuncio publicitario: Ninguno de los
productos de alimentación subirán de precio. Se usa el verbo en plural (subirán) a pesar de que el sujeto (ninguno) está en singular. Otro caso
hubiera sido si la frase se hubiera redactado así: los productos de alimentación no subirán de precio. En este ejemplo
es correcta la concordancia en plural entre sujeto (los productos de alimentación) y verbo (subirán).
Si el sujeto es un
nombre colectivo, la concordancia debe hacerse siempre en singular, número
gramatical de este tipo de sustantivos. Un ejemplo nos ayudará a recordarlo. Pareja, mayoría, grupo, gente son
sustantivos colectivos. Su número gramatical es el singular aunque expresen
cantidades mayores que la unidad. Si alguno de estos nombres funciona como
sujeto, tiene que concordar en singular con el verbo: la mayoría exige mejoras en la educación; la gente está decidida a
reclamarlas.
Un mecanismo sutil y sencillo
consigue, con pocos recursos, que las distintas partes de la frase enlacen unas
con otras y nos permite expresarnos pieza a pieza. Ya lo que queramos decir, o
no, será cosa nuestra.
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