jueves, 5 de enero de 2012

Las familias crecen

        Las palabras también se agrupan en familias. Existe una, que consideramos la palabra primitiva, de la que van surgiendo, por derivación o por composición, otras que están emparentadas con ella. La creatividad está asegurada. Los límites los ponen las normas y el uso. La nueva palabra debe ser necesaria, responder a las reglas que para su formación tiene el español y su uso debe extenderse entre la comunidad de hablantes.

        En medio de una campaña electoral carente de reflexión y de propuestas, los ciudadanos nos hemos resignado a sufrir casi diariamente actos propagandísticos en los que las palabras han perdido su protagonismo para cedérselo al derroche y a la contaminación atmosférica y acústica.

        Entre el humo y la bulla la patrimonial caravana ('comitiva de personas que, en cabalgaduras o vehículos, viajan o se desplazan unos tras otros') ha adquirido una nueva acepción y ha parido el sustantivo caravaneo y el verbo caravanear, formados mediante sufijos a partir del sustantivo primitivo. La hermosa y simbólica bandera ('tela de forma comúnmente rectangular, que se asegura por uno de sus lados a un asta o a una driza y se emplea como enseña o señal de una nación, una ciudad o una institución') tiene ahora dos vástagos, el sustantivo bandereo y el verbo banderear. Dos familias de palabras que crecen por mor de nuestra peculiar forma de hacer política. Esperemos que no sean estos los únicos frutos que nos deje y que las palabras y su contenido, sin que se los lleve el viento electoral, se conviertan en las verdaderas protagonistas.

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