Hay palabras y construcciones cuyo uso se va perdiendo poco a poco a causa del desconocimiento de los hablantes. Una de estas construcciones es la del adjetivo relativo cuyo y sus formas femeninas y plurales cuya, cuyos y cuyas. Siempre ha sido más propio de la lengua escrita y, con seguridad, la precipitación con que escribimos en estos tiempos no lo ayuda. Su función es la de establecer una relación, por eso lo llamamos relativo, de posesión entre dos sustantivos. Veamos un ejemplo: Mi hermana, cuya llegada esperábamos desde hacía tiempo, decidió no venir. El adjetivo relativo cuya enlaza los sustantivos hermana y llegada para expresar una relación de posesión entre ellos: la llegada de mi hermana. Funciona como todos los adjetivos y concuerda en género y número con el nombre al que antecede. En el ejemplo propuesto cuya y llegada están ambos en femenino singular. Hasta aquí no parece haber dificultad. Sin embargo, cada día es más difícil encontrarlos en un texto escrito y más frecuente verlos sustituidos por expresiones como que su (algunos autores llegan a hablar de quesuismo) o de + relativo. Imaginen cómo habría sido el ejemplo propuesto atacado por estos virus lingüísticos: *Mi hermana, que su llegada esperábamos… o *Mi hermana, de la que esperábamos la llegada… Echemos mano de cuyo. Nuestros escritos ganarán en propiedad y claridad. Las otras posibilidades son innecesarias e inapropiadas, dos características que están reñidas con una expresión correcta en cualquier lengua.
Este espacio está dedicado a promover las actividades de la Tertulia Lingüística de la Academia Dominicana de la lengua. Nuestro nombre está inspirado en la obra El ánfora del lenguaje de Bruno Rosario Candelier, ideador y promotor de esta tertulia. En su introducción podemos leer: "Todo lo que entraña la palabra, en atención al hermoso don del lenguaje, la reflexión y la creatividad, justifica conocerla y estudiarla en todas sus vertientes expresivas".
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