Hay épocas del año, como la Navidad, en que el poder evocador de las palabras crece proporcionalmente a nuestro estado de ánimo. La sensación hogareña y gozosa de estos días es atraída como por un imán por palabras que resuenan a familia, manjares tradicionales, nacimientos y música navideña desde la amanezca. He elegido solo tres voces que no son conocidas ni usadas en todos los países que hablan español, pero que en la República Dominicana suenan a Navidad. No todos los hablantes de español le llaman arbolito a ese árbol, natural o artificial, decorado con luces y adornos que relumbra a través de algunas de nuestras ventanas. En este caso el diminutivo no tiene nada que ver con el tamaño. Con él se ha creado una nueva palabra a partir de una ya existente. Nuestra telera, o pan de telera, es imprescindible en la mesa de Nochebuena pero, a pesar de ser una palabra patrimonial, no les evoca a todos los hispanohablantes nuestro pan blanco de forma alargada. Se sorprenderán si les digo que procede de la palabra latina telum 'espada'; una hermosa metáfora que nació en Andalucía y fue adoptada en algunas tierras americanas. Si hay una palabra que reaparece en la temporada navideña, y que solo he encontrado en la República Dominicana, esa es charamico. Originalmente denominaba ramas o leña menuda; transformada artesanalmente en estrellas, canastas y arbolitos, ha producido la nueva acepción, tan dominicana como la primera, de 'adornos navideños elaborados con esta leña'. Los charamicos en nuestras calles son los primeros en anunciar que la brisa navideña está ya con nosotros.
Este espacio está dedicado a promover las actividades de la Tertulia Lingüística de la Academia Dominicana de la lengua. Nuestro nombre está inspirado en la obra El ánfora del lenguaje de Bruno Rosario Candelier, ideador y promotor de esta tertulia. En su introducción podemos leer: "Todo lo que entraña la palabra, en atención al hermoso don del lenguaje, la reflexión y la creatividad, justifica conocerla y estudiarla en todas sus vertientes expresivas".
viernes, 23 de diciembre de 2011
miércoles, 14 de diciembre de 2011
Un relativo que se nos va
Hay palabras y construcciones cuyo uso se va perdiendo poco a poco a causa del desconocimiento de los hablantes. Una de estas construcciones es la del adjetivo relativo cuyo y sus formas femeninas y plurales cuya, cuyos y cuyas. Siempre ha sido más propio de la lengua escrita y, con seguridad, la precipitación con que escribimos en estos tiempos no lo ayuda. Su función es la de establecer una relación, por eso lo llamamos relativo, de posesión entre dos sustantivos. Veamos un ejemplo: Mi hermana, cuya llegada esperábamos desde hacía tiempo, decidió no venir. El adjetivo relativo cuya enlaza los sustantivos hermana y llegada para expresar una relación de posesión entre ellos: la llegada de mi hermana. Funciona como todos los adjetivos y concuerda en género y número con el nombre al que antecede. En el ejemplo propuesto cuya y llegada están ambos en femenino singular. Hasta aquí no parece haber dificultad. Sin embargo, cada día es más difícil encontrarlos en un texto escrito y más frecuente verlos sustituidos por expresiones como que su (algunos autores llegan a hablar de quesuismo) o de + relativo. Imaginen cómo habría sido el ejemplo propuesto atacado por estos virus lingüísticos: *Mi hermana, que su llegada esperábamos… o *Mi hermana, de la que esperábamos la llegada… Echemos mano de cuyo. Nuestros escritos ganarán en propiedad y claridad. Las otras posibilidades son innecesarias e inapropiadas, dos características que están reñidas con una expresión correcta en cualquier lengua.
lunes, 5 de diciembre de 2011
Una brisa fresca
Abrir las páginas de un periódico o prender la radio o el televisor son gestos cotidianos para todos nosotros cada mañana. Habitualmente el contenido que encontramos en ellos nos satura de violencia, de propaganda política y, cómo no, de una mala utilización del español. Por eso, me resultó tan refrescante la brisita que sentí al escuchar a Huchi Lora y su equipo defender el uso correcto de nuestra lengua y abogar por un lenguaje periodístico directo, apropiado y correcto. Seamos justos. Siempre criticamos lo mal que se escribe y se habla en los medios de comunicación, pero no todos los medios y no todos los comunicadores pueden meterse en el mismo serón. Para muestra valga, cada uno de ellos en su estilo, la expresión correcta y la conciencia lingüística del equipo que se toma el cafecito con el Sr. Lora y lo comparte con nosotros cada mañana. Comentaban en esta ocasión la costumbre, muy extendida entre políticos y periodistas, de elegir palabras, muchas veces completamente innecesarias, que parecen causar el efecto de una expresión culta cuando lo que consiguen, en cambio, es delatar el desconocimiento de la lengua, si no la ausencia de contenido, de los que las usan. Se referían a cosas como decir aperturar por abrir o a lo interno por dentro. Entre el ruido de la violencia y de la precampaña electoral, ensordecedor casi siempre, agradecemos que los profesionales conscientes de su responsabilidad como comunicadores tomen en sus manos - ¿o deberíamos decir en sus bocas? - la defensa de la lengua de todos. Que cunda el ejemplo.