La Real Academia Española se fundó, allá por 1714, con el propósito de destacar la importancia de la lengua española entre las lenguas occidentales. Se eligió desde su fundación el ya famoso lema Limpia, fija y da esplendor y el emblema de un crisol puesto al fuego. Ambos nos hablan explícitamente del objetivo de trabajo y dedicación con el que surgió esta institución. Desde entonces ha mantenido, e incluso incrementado, su prestigio entre los hablantes de español en todo el mundo. Muchas veces este respeto ha estado teñido de ironía. César Nicolás Penson, en su cuento La escuela de antaño, compara en 1889 el afán controlador de la Academia con el de un maestro empeñado en encontrar en sus alumnos faltas contra la higiene: "Aquí era el desenvainar pies de todos los calibres, con medias o sin ellas, limpias, aunque rotas o remendadas. Es fama que de vez en cuando olíalas el maestro, fiel a su programa limpiador, como la Academia Española, por si querían pasarle contrabandos". Ironías a un lado, el ejemplo de la decana cundió en todos los países de habla hispana y son ahora veintidós, entre ellas la nuestra; todas trabajan mancomunadamente con un mismo objetivo en tres continentes y veintidós países. Este esfuerzo común nos exige a todos los académicos preparación, dedicación y responsabilidad. El crisol académico está más activo y más alerta que nunca.
Este espacio está dedicado a promover las actividades de la Tertulia Lingüística de la Academia Dominicana de la lengua. Nuestro nombre está inspirado en la obra El ánfora del lenguaje de Bruno Rosario Candelier, ideador y promotor de esta tertulia. En su introducción podemos leer: "Todo lo que entraña la palabra, en atención al hermoso don del lenguaje, la reflexión y la creatividad, justifica conocerla y estudiarla en todas sus vertientes expresivas".
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