martes, 12 de agosto de 2014

Gutenberg

              Las aguas del Rin nos condujeron a Maguncia (Mainz, en alemán). En un hermoso edificio cercano a su espléndida catedral románica entramos en una enorme bóveda blindada. Dentro de una urna a media luz, lejos del sol que nos había acompañado en las calles de la antigua Maguncia, resplandecen las dos primeras Biblias de 42 líneas, los dos primeros libros impresos, hermosos por sí mismos y también, y sobre todo, por lo que representan; un ambicioso proyecto hecho realidad por un hombre extraordinario que puso su talento al servicio de la humanidad.
              La biografía de Johannes Gensfleisch, conocido como Gutenberg, conserva un halo  misterioso, no así su obra. Gutenberg inventó un procedimiento de impresión con caracteres móviles que se convirtió en la idea originaria de la imprenta moderna. Gracias a dos préstamos de 800 florines instaló un taller en su casa natal y compuso el primer libro impreso de la historia; en dos columnas por página de 42 líneas cada una, de así su sobrenombre. Quedaron atrás las copias manuscritas. Había nacido el libro que nos acompaña hasta hoy. Las fuentes históricas hablan de 1455.
              El Museo Gutenberg, inaugurado en 1900 por ciudadanos de Maguncia para conmemorar el 500 aniversario de Johannes Gutenberg, reproduce su taller, sus técnicas y sus condiciones de trabajo. Desde Gutenberg a nuestros días repasamos la historia de la tipografía y del arte de los grabados, el denominado arte negro.
              Johannes Gutenberg murió el 3 de febrero de 1468. Su casa natal, el


Hof zum Gutenberg, y el taller que en ella construyó y que cambió el mundo lo sobrevivieron durante siglos. Un lugar mágico y emocionante que fue destruido, como tantos lugares y tantas vidas, durante la Segunda Guerra Mundial y cuyo recuerdo conservamos como un emocionante testimonio de nuestras heridas. 

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