lunes, 14 de noviembre de 2011

Arroz con mango

Una correcta educación bilingüe tiene sus ventajas indudablemente. Como ya habrán notado, los académicos tenemos el raro vicio de aspirar a un uso apropiado de las palabras. El adjetivo bilingüe significa 'que habla dos lenguas'. La definición no puede ser más anodina ni más acertada. Escuchaba un programa de radio hace unos días en el que los contertulios, en un español abundantemente salpicado de palabras en inglés (eso sí, con una correctísima pronunciación), admitían que sus madres criticaban su uso del idioma precisamente por este arroz con mango lingüístico. No me extraña; probablemente yo, como madre, también habría hecho lo mismo. Lo más sorprendente de todo es que la justificación para el batiburrillo idiomático era el cambio de los tiempos. Parece ser que la modernidad justifica que no dominemos nuestra propia lengua y que no conozcamos las palabras adecuadas a lo que queremos expresar. Me gustaría saber si también la modernidad justifica que estos contertulios "bilingües", en los casos en los que tienen que expresarse en inglés, también usan sin medida palabras en español, demostrando así sus carencias de vocabulario. Los educadores, también en la educación bilingüe, tienen una gran responsabilidad: una educación correcta. Y correcta significa 'libre de errores o defectos, conforme a las reglas'. El dominio de dos lenguas no debe confundirse con su mezcla indiscriminada. Es una ventaja y un privilegio educativo que podamos aprender alguna lengua además de la materna. Los que tenemos acceso a este privilegio no debemos echarlo por la borda. Hablemos dos lenguas, sí, pero cada una cuando toca.


 

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