La Academia Dominicana de la Lengua tiene entre sus proyectos inmediatos la organización de un taller práctico sobre lexicografía. Para que vayan animándose a participar quiero proponerles la lectura de las palabras que inician mi ponencia sobre lexicografía, leída en el marco del aniversario de nuestra Academia.
"El aparentemente sencillo gesto de abrir un diccionario esconde en sí mismo un profundo y valioso trasfondo que nace de la aplicación de la lexicografía a la recopilación, selección, estudio e interpretación de los materiales léxicos de nuestra lengua.
Con las palabras que quiero compartir con ustedes hoy aquí tengo la intención de hacer surgir, o tal vez resurgir, la idea de que este sencillo gesto no lo es tanto; es fruto de la dedicación y especialización de los lexicógrafos; nos ofrece un caudal de información y conocimiento, tanto pasivo como activo, que no nos podemos permitir el lujo desaprovechar. Sacarle todo el partido posible a ese gesto, que hemos convertido demasiadas veces en algo mecánico e intrascendente, es el mejor homenaje que podemos dedicarles.
El ilustre lexicógrafo Manuel Seco en su artículo sobre la obra de María Moliner, con fina ironía nos brinda un párrafo sobre el que propongo que reflexionemos: “En medio de la atmósfera general de desinterés por el idioma y de la consiguiente ignorancia sobre las disciplinas que lo estudian (…), no ha de sorprender que la lexicografía tenga para muchos un tufillo exótico, cuasi nigromántico, a pesar de versar sobre un objeto tan conocido por fuera como es el diccionario”[1]. Hoy trataremos de eliminar ese posible tufillo aireando las páginas de nuestros diccionarios y acercándonos un poco a su interior".
Con las palabras que quiero compartir con ustedes hoy aquí tengo la intención de hacer surgir, o tal vez resurgir, la idea de que este sencillo gesto no lo es tanto; es fruto de la dedicación y especialización de los lexicógrafos; nos ofrece un caudal de información y conocimiento, tanto pasivo como activo, que no nos podemos permitir el lujo desaprovechar. Sacarle todo el partido posible a ese gesto, que hemos convertido demasiadas veces en algo mecánico e intrascendente, es el mejor homenaje que podemos dedicarles.
El ilustre lexicógrafo Manuel Seco en su artículo sobre la obra de María Moliner, con fina ironía nos brinda un párrafo sobre el que propongo que reflexionemos: “En medio de la atmósfera general de desinterés por el idioma y de la consiguiente ignorancia sobre las disciplinas que lo estudian (…), no ha de sorprender que la lexicografía tenga para muchos un tufillo exótico, cuasi nigromántico, a pesar de versar sobre un objeto tan conocido por fuera como es el diccionario”[1]. Hoy trataremos de eliminar ese posible tufillo aireando las páginas de nuestros diccionarios y acercándonos un poco a su interior".
Espero sus comentarios,
María José Rincón
[1] SECO, Manuel, “María Moliner, una obra, no un nombre” en Estudios de lexicografía española, Madrid, Gredos, 2003, 2ª edición.