martes, 24 de diciembre de 2013

Pelota en español II


La semana pasada nos quedó pendiente dedicarles un poco de atención a esos préstamos extranjeros que han demostrado una gran capacidad para aplatanarse. Estas palabras, a pesar de tener equivalentes en español, se han ido arraigando en nuestra expresión diaria hasta el punto de integrarse en su escritura y su pronunciación.

Algunas han modificado la grafía que tenían en su lengua de origen para que su escritura refleje la forma en que las pronunciamos en español. Las denominaciones de tres de los protagonistas indiscutibles de un juego de pelota son buen ejemplo de esto. Los anglicismos originales (pitcher, catcher, umpire), a pesar de tener sus equivalentes en español (lanzador, receptor, árbitro), han arraigado entre nosotros después de atravesar un proceso de “aplatanamiento” léxico: pícher, cácher (o quécher) y ampaya. Su aplatanamiento ha llegado hasta el punto de ayudarlas a formar derivados: pichar, cachar (o quechar) y ampayar.

            Para adaptar las grafías inglesas a las propias de la lengua española la ortografía académica propone unas reglas concretas para cada caso. Las consonantes dobles (bullpen, inning) se adaptan al español reduciéndose a una (bulpén, inin). La h aspirada (home run) se asimila a veces al sonido de la jota (jonrón). Los grupos consonánticos situados al final de la palabra, como el inglés –ing (rolling), suelen adaptarse elimando una de las consonantes (rolin). En algunos casos el esfuerzo de adaptación es mínimo (sinker): solo requiere que coloquemos la tilde según los reglas ortógraficas del español (sínker).
            Seguro que para algo tan nuestro como la pelota siempre podemos encontrar un equivalente en nuestra lengua (montículo, entrada, cuadrangular, etc.). Si, a pesar de todo, nos decantamos por el extranjerismo, no lo olvidemos, siempre será más nuestro si se aplatana.

En trineo o en camello


No sé si entre los presentes que regalarán a sus seres queridos o que recibirán de ellos en esta Navidad habrá algún libro. No sé si las cartas a los Reyes Magos de Oriente, que ya estarán en camino, incluirán libros entre nuestros deseos. El humilde libro ha desertado de las aspiraciones de la mayoría; humilde hasta en su definición en el DRAE: ‘Obra científica, literaria o de cualquier otra índole con extensión suficiente para formar volumen, que puede aparecer impresa o en otro soporte’. En esta definición, como en las buenas definiciones, caben todos los libros y en ellos cabe todo un universo, un universo de vida, de ciencia, de misterio, de historia, de amor, de tiempo.
 
Fernando Savater dice que una biblioteca es como una farmacia, con remedios para todo mal. El primer mal que el libro ayuda a curar es la ignorancia y el segundo, desde luego, la soledad. Como padres deberíamos plantearnos si transmitirles a nuestros hijos el gusto por la lectura no es el mejor regalo que les podemos hacer en esta Navidad. Un regalo enriquecedor, autosostenible (palabrita muy de moda últimamente) y duradero, porque les acompañará a lo largo de toda la vida. Regalémosles a nuestros hijos también la imagen de unos padres que leen y que disfrutan con la lectura.
 
 
No hace mucho leí un mensaje que recordaba una idea sencilla, y brillante, como suelen serlo las ideas sencillas. Cuando alguien nos ofrece un libro como regalo nos está regalando, además, el más bello de los elogios: el de considerarnos lectores. Si lo piensan bien, Santa Claus llevaría con gusto su pesado saco en el trineo y Melchor, Gaspar y Baltasar echarían a andar hacia el pesebre con sus árganas cargaditas de palabras.

martes, 10 de diciembre de 2013

Pelota en español (I)


Estamos en plena temporada de pelota invernal. Además de disfrutar del extraordinario ambiente de los juegos y de la emoción del deporte y la competición, no hay mejor campo para aprender cómo debemos tratar correctamente en nuestra lengua las palabras que importamos de otras.

El vocabulario del beisbol (o béisbol, ambas correctas) ha heredado del inglés muchas palabras. Son anglicismos que presentan distintos grados de adaptación a los patrones de escritura y pronunciación propios del español.

Por supuesto, ante la llegada de un extranjerismo, los hablantes conscientes procuran buscar un término equivalente válido en español, que casi siempre existe: pelota, cuadrangular, mascotín, atrapada, lanzador, receptor; y así innumerables vocablos que rezuman afición por nuestro deporte más popular.

Si, a pesar de la existencia de estas palabras patrimoniales, nos decantamos por un extranjerismo crudo, debemos ser muy cuidadosos con su tratamiento. Los extranjerismos crudos no han sufrido adaptación a los patrones de nuestra lengua sino que conservan su escritura y su pronunciación originaria.

Su uso continuado y el conocimiento del inglés nos los presentan cada vez más como palabras cercanas pero no debemos olvidar que se trata de elementos extraños que empobrecen nuestra expresión. Su uso debe ser muy ocasional y siempre debemos hacer notar en la escritura que se trata de extranjerismos. En la escritura tipográfica los ponemos en cursiva; si la escritura es a mano los entrecomillamos. En el sustantivo play conservamos tanto la grafía como la pronunciación de la lengua de origen por lo tanto siempre debemos incluirlo en cursiva en nuestros textos.

Los extranjerismos crudos no se han adaptado a nosotros. Sin embargo, hay muchos préstamos que demuestran una gran capacidad para aplatanarse. A ellos les dedicaremos alguna que otra Eñe más. 

miércoles, 4 de diciembre de 2013

Artículo sobre el DED por Fernando Casanova en El Caribe de 4/12/13

Un diccionario para conocernos. Artículo de Fernando Casanova sobre el Diccionario del español dominicano

http://www.elcaribe.com.do/2013/12/04/diccionario-para-conocernos

Más palabras


              Los participantes en un taller en que el que enseñábamos a usar el diccionario se sorprendieron al saber que la palabra vaina procede del latín vagina. Esta palabra latina experimentó la misma evolución que el sustantivo latino regina que resultó en nuestro patrimonial reina.
              De uso general en castellano son las acepciones de vaina que se refieren a la ‘funda ajustada para armas blancas o instrumentos cortantes o punzantes’ y a la ‘cáscara tierna y larga en que están encerradas las semillas de algunas plantas’, como las de la habichuela. De hecho, en algunas regiones se conoce como vainas a las judías verdes, nuestras nutritivas vainitas, con un cariñoso diminutivo lexicalizado, como el de la perfumada vainilla 
           Parece ser que su condición de envoltorio ha ido tiñendo el término de ese matiz despectivo que lo ha transformado en la región caribeña en una palabra usada como comodín para cualquier cosa que suene a molestia, fastidio o contrariedad e, incluso, para referirse a algo que no conocemos, que no recordamos o que no queremos recordar o mencionar.
            Evitar el abuso de las palabras comodín es uno de los primeros consejos que recibimos cuando queremos mejorar nuestra expresión oral y escrita. Debemos hacer un pequeño esfuerzo para que nuestras palabras estén llenas de contenido y para elegir las más apropiadas a lo que queremos decir y a cómo lo queremos decir. Propongámonos aprender más palabras e irlas incluyendo poco a poco en nuestro lenguaje diario. Dejemos a un lado las palabras comodín, que siempre se convierten en una vaina.