sábado, 29 de junio de 2013

Predicciones y pronósticos


              Un año más vuelven los ciclones. Los poetas los compararían con las golondrinas en primavera. Los científicos los ven de otra manera y su función, importante y necesaria donde las haya, es la de determinar, mediante la observación de las condiciones atmosféricas, si van a producirse.
              Científicos y poetas comparten la misma lengua pero deben seleccionar términos adecuados para expresar realidades que, siendo las mismas, son descritas desde puntos de vista alejados. Del acierto en la selección depende la propiedad de la expresión. Sin duda los poetas gozan de mayor libertad, la libertad creativa. Los científicos se ciñen a límites más restringidos. Por esta razón me sorprendió en estos días la elección del verbo vaticinar para referirse a las predicciones meteorológicas. En español existen varios sinónimos que, quizás, encajarían mejor con la naturaleza científica del asunto.
              Su definición académica nos brinda tres sinónimos, como casi siempre parciales: ‘pronosticar, adivinar, profetizar´. Vaticinar evoca a los vates, o adivinos, y sus vaticinios. Adivinar siempre se relaciona con predecir lo que está por venir por medios no científicos, como hermosamente dice nuestro Diccionario académico, ‘por medio de agüeros o sortilegios’.
              Profetizar se aleja aún más de la materia; lo usamos para referirnos a la  predicción que se realiza, de nuevo el DRAE, ‘en virtud del don de profecía’. Si de predecir se trata podemos hacerlo basándonos en conjeturas o revelaciones pero también, y aquí sí nos sirve para la meteorología, con fundamentos científicos. Todavía encontramos un sinónimo más: podemos pronosticar, es decir, ‘conocer por algunos indicios lo futuro’. Diariamente esperamos las predicciones o pronósticos de los meteorólogos, de los que dependen muchas actividades a veces triviales pero también muchas cosas importantes para todos nosotros. Ciencia, lengua y vida. Va por ellos.

miércoles, 19 de junio de 2013

Pueden elegir, o casi


            Los nombres en español son masculinos o femeninos. El género es una herramienta fundamental para establecer la concordancia y de su dominio depende un buen manejo de la lengua. Por eso es tan importante saber que, como ya nos tiene acostumbrados, la lengua se guarda un par de excepciones a esta norma gramatical.  

            Hay sustantivos que se refieren a objetos y seres inanimados y que pueden combinarse con adjetivos de género masculino o femenino sin que su significado cambie. El azúcar endulza igual que la azúcar; el mar nos impresiona de la misma forma que la mar, aunque los marineros prefieren a esta última; el pus es indicio de infección como lo es la pus; el maratón exige el mismo esfuerzo físico que la maratón. Y son solo algunos ejemplos.  

            Todos mantienen su significado a pesar del cambio de género. Son los llamados sustantivos con género ambiguo. Pero, como casi siempre en la lengua, tenemos que tratarlos con delicadeza. Su ambigüedad no es siempre la misma. Arte puede usarse como masculino o como femenino en singular pero en plural la cosa cambia: las bellas artes, las artes de pesca. El mar, o la mar, nos fascina pero siempre nos sonarán novelescos los mares del sur (nunca *las mares).     

            La preferencia por un género u otro en ocasiones delata la procedencia de los hablantes. Los procedentes de España elegirán la sartén, el vodka o el pijama mientras que los hispanoamericanos se decantarán por el sartén, la vodka o la pijama.

            Pero, mucho ojo, si se produce un cambio en el significado ya no estamos hablando de género ambiguo; pero esto y la segunda excepción, el género común, tienen que esperar otras columnas.

 

miércoles, 12 de junio de 2013

Una ñapa ortográfica


Muchos nos preocupamos por el buen uso de las tildes. La mayoría, sin embargo, tiende a considerar que usar las tildes erróneamente o, incluso, no usarlas en ningún contexto no significa que se escriba mal. 
              La verdad es que si revisamos las reglas de acentuación en español tampoco nos encontramos con tantas dificultades; lo principal es dominar la separación silábica y aprenderse eso, que siempre nos recuerda a nuestros años escolares, de agudas, graves o llanas, esdrújulas y sobresdrújulas. 
              Yo creía que tenía dominadas todas estas reglas hasta que me encontré con algunos casos especiales y resultó que, para ellos, también había una regla. Recordamos que las palabras graves o llanas (cuya sílaba tónica es la penúltima) llevan tilde si terminan en una consonante distinta de n o s; según esta regla azúcar, cárcel o lápiz son palabras llanas que exigen acento ortográfico, mientras que examen o uvas no lo exigen porque terminan en n y s respectivamente.
              ¿Qué  pensarían si les dijera que algunas palabras llanas terminadas en s sí llevan tilde? ¿Han pensado alguna vez en los récords, los ínins o los bíceps? Su escritura correcta es esta misma, con tilde, y, sin embargo, son voces llanas acabadas en s. Añadan a sus reglas sobre la tilde la que establece que las palabras llanas terminadas en dos consonantes, incluso si la última es una s, siempre llevan tilde. Ahí les dejo esta pequeña ñapa ortográfica.

miércoles, 5 de junio de 2013

Ni una más ni una menos


Una característica evidente de la pronunciación del español dominicano es la aspiración de la –s en posición final de sílaba o final de palabra. Este rasgo dialectal no es exclusivo de los hablantes dominicanos. Lo compartimos con la mayoría de los hablantes de español, tanto en América como en la zona meridional de España.  
Con frecuencia, y sin darnos cuenta, también nos “comemos” la ese final cuando escribimos. El problema es que este error ortográfico se transforma muchas veces además en un error gramatical.  
El español usa la –s final como morfema de plural (cigua/ciguas). Su desaparición puede suponer la aparición de un error de concordancia gramatical. Veamos algunos ejemplos.
Un anuncio publicitario sobre un abanico describía así el imprescindible electrodoméstico: “resistente a altos y bajos *voltaje”. Sin duda echamos en falta la ese final en voltaje. Si los adjetivos que se refieren a este sustantivo (altos y bajos) están en plural, el sustantivo debería concordar con ellos en género (masculino) y número (plural). La falta de una sola ese trae consecuencias ortográficas y gramaticales.  
Si en ese ejemplo hay un error, ¿cuántos descubren en esta frase que apareció en un artículo periodístico? *Uno se quedaron haciendo bembitas y otros *muerto *e *risas. Les facilité la labor señalándoselos con un asterisco. A uno le falta el morfema de plural para que concuerde con el verbo al que sirve de sujeto, que está en plural; a muerto le falta, para que concuerde con otros; en cambio, a risas le sobra, puesto que la expresión correcta es muerto de risa. Y en lengua no se admite el dicho de que más vale que sobre que no que falte. Ojo con las eses, a la hora de escribir, ni una más ni una menos.